Jueves Santo, procesión del Divino Cautivo

Jueves Santo en Madrid, tarde lluviosa y desapacible. Del Colegio Calasancio, en la calle de Díaz Porlier, sale el Divino Cautivo después de que la banda municipal que le precede interprete el himno nacional. Pese a la granizada que acaba de caer y a la fina y persistente llovizna posterior se arremolinan las familias en los alrededores del paso. Comienza la procesión. No falta de nada: señoras con mantilla, autoridades, nazarenos, niños vestidos de monaguillos, la representación eclesiástica. Un nazareno camina junto al paso llevando la cruz.













Entre 1936 y 1944 el actual Colegio Calasancio fue la cárcel Porlier. Fueron antiguos presidiarios, encarcelados aquí durante la Guerra Civil, los que en 1944 fundaron la Hermandad del Divino Cautivo encargándose uno de sus cofrades, el escultor Mariano Benlliure, de realizar la talla del Cristo.


















Es la primera procesión a la que asisto en Madrid y no puedo evitar compararla con la sevillana, la castellana e incluso las vividas en mi tierra. La magnitud de esta ciudad no acompaña, algo no casa. Un paisaje urbano más recoleto resultaría más propicio. Algo defraudada me alejo del tumulto y vuelvo a la ciudad desierta de todas las semanas santas.