Todo comenzó cuando Marina Abramovic escuchó a Antony cantar esta belleza de canción. Después se presentó en su camerino, comenzaron a hablar y surgió una amistad y una identificación que llevó a Marina a dejar su vida en manos de Antony para que la convirtiera en música.
Lo mismo hizo, en lo escénico, con Bob Wilson, para muchos el mejor y más innovador director escénico del mundo. "Bob ha inventado un nuevo lenguaje de teatro en relación con el tiempo y el espacio. Su imaginería es icónica, pinta la luz", afirma Abramovic. "Ven al teatro como irías a un museo, como contemplarías un cuadro", dice Wilson. "Simplemente disfruta la escenografía, las disposiciones arquitectónicas, la música, los sentimientos que todo ello evoca. Escucha las imágenes."
La vida de Marina se convierte en material en manos de Wilson, que le devuelve un producto novedoso que ella contempla en la distancia pero que, pese a la terapia que ello le reporta, supone sal sobre heridas aún abiertas. "Tomó todas las historias trágicas, dolorosas y afectivas de que estoy hecha, y las puso en escena. De hecho, todo se vuelve tan trágico que casi te tienes que reír, y para mí ha supuesto una tremenda liberación de negatividad. Cuando conocí a Bob dijo que quería que yo interpretara a mi madre, cuando en la vida real tengo un problema tremendo con mi madre, una verdadera relación de amor-odio. Pero él vio algo en eso, y quería explorarlo, aunque eso haya supuesto que me pasara todo el tiempo llorando."
El cuarto en discordia es Willem Dafoe, el narrador, el hilo conductor. Extraordinario Dafoe, incalificable. Dice: "Cuando Bob me invitó a unirme a este proyecto, supe que sería un trabajo personal único. Desde el punto de vista creativo, siempre he querido "compartir el oxígeno" con gente a la que admiro -no solo por su obra, sino también por la manera en que viven sus vidas y en la que casan ambas. Marina es el ejemplo supremo."
La dirección musical es de Antony, que a petición de Marina incluyó el antiguo canto serbio de la mano de Svetlana Spajic. Y con todos estos mimbres, cuál es el producto? Algo inclasificable, de una belleza sobrecogedora, potentísima. Una tragedia grotesca, un canto íntimo y triste. Un espectáculo de una maravillosa plasticidad, en la que cada escena es una obra de arte, un prodigio de luz y formas. Wilson ha empleado todos los recursos artísticos disponibles para crear algo extraordinario. La presencia de Antony en el escenario me conmovió. Su voz dulcísima, la ternura que inspira su canto y su gesto, el magnetismo de este artista a mi me emociona siempre. Con el alma en vilo seguí la historia y escuché las imágenes, como Wilson aconseja. Inolvidable.
Os dejo con un fragmento de la ópera.
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