Siempre que visito la galería La Fábrica (estuve hace unos días viendo una exposición de los primeros performances de Marina Abramovic, de la que os hablé en una entrada anterior), aprovecho para acercarme a la vecina librería del mismo nombre, donde siempre encuentro libros de fotografía y catálogos que me siento a hojear, con la benevolencia de la encargada, ya que rara vez puedo permitirme adquirir alguno. No ocurre lo mismo con la revista literaria Eñe, editada por ellos, un lujo de contenidos en un formato cómodo y precio asequible.
Este número está dedicado a México, y reune a un grupo de escritores de la talla de Elena Poniatowska, Jorge Volpi, Juan Villoro, Ignacio Padilla, Alberto Chimal, Mauricio Montiel Figueiras y Alberto Ruy-Sánchez, cada uno con un relato. Me gustaron especialmente Tres confusiones cotidianas, de Juan Villoro, y Canarios, de Elena Poniatowska, aunque todavía no me ha dado tiempo a leerlos todos. Me pareció espléndido el arranque de este último:
"Lo primero es la jaula, en ella dos temores amarillos, dos miedos a mi merced para añadir a los que ya traigo adentro. Respiran conmigo, ven, escuchan, estoy segura de que escuchan porque cuando pongo un disco, yerguen su pescuezo, alerta. Al amanecer, hay que destaparlos pronto, limpiar su jaula, cambiarles el agua, renovar sus alimentos terrestres. Luego viene la vaina que, como el berro, debe conservarse húmedo en un pocillo de agua, si no, se seca; el alpiste compuesto, las minúsculas tinas, el palo redondito y sin astillas en forma de percha sobre el cual pueden pararse, la lechuga o la manzana, lo que tenga a la mano. Nadie me ha dado a mí el palo en el que pueda parar mis miedos."
Además, las ilustraciones de Francisco Toledo, el delicioso Diario de un insomne de Guillermo Fadanelli y Tres poemas de Álvaro de Campos, uno de los heterónimos de Fernando Pessoa, que forman parte de Poesía III/IV. Los poemas de Álvaro de Campos. Abada Editores está a punto de sacarlo al mercado. Cierro con una muestra de sus versos.
"Viví, estudié, amé, y hasta creí,
pero hoy no hay un mendigo al que no envidie solo por no ser yo.
De cada uno miro los andrajos, la mentira, las llagas,
pienso: sí, tal vez nunca vivieras ni estudiaras ni amaras ni creyeras
(porque bien es posible darle realidad a todo eso sin hacer nada de eso);
tal vez apenas hayas existido, como una lagartija a la que cortan el rabo
y es rabo más acá de la lagartija, mientras aún se remueve"
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