Desde que he llegado a Asturias ha llovido impenitentemente, pero esta tarde se han abierto grandes claros, a ratos ha salido el sol y el olor de la tierra es tan intenso que conseguiría meterlo en un esenciero y atesorarlo. Me siento tan feliz que me río sola caminando hacia el hórreo y lo que parece un observatorio abandonado, en lo alto de la colina.
Aquí lo veis, con una espléndida escalera de caracol en su interior. A su lado un pequeño hórreo con la parte inferior tapiada, pero que conserva casi intacta su belleza.
Detrás de una tapia aparece la espadaña de San Juan de Priorio, una preciosa iglesia del siglo XII mil veces remodelada, pero que aún así conserva un gran encanto. El portón que le da acceso está cerrado con candados y cadenas (ignoro que tesoros guardarán con tanto celo), de manera que, esperando mejor ocasión, vuelvo sobre mis pasos y sigo mi camino.
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