¿Qué mejor broche para cerrar la temporada de Ibermúsica en el Auditorio que la 3ª Sinfonía de Brahms? Quizá la 1ª, o la 2ª, o la 4ª. Cuando escucho cualquiera de ellas pienso que esa es la más hermosa, la elegida, hasta que cualquiera de las otras tres me invitan a cambiar de opinión. Qué felicidad escucharla, qué placer. Qué belleza. Javier Pérez Senz nos recuerda en el programa de mano que el compositor se describía a sí mismo, en su madurez, como un ser "libre, contento, pero solitario". Y añade :"La melancolía forma parte de su más sincera expresividad y en su música late un intenso lirismo, a veces escondido tras una agitación tempestuosa, o bañado de la más conmovedora ternura".
Tanto la interpretación de la 3ª de Brahms como del Concierto para violín y orquesta núm. 1 de Shostakovich a cargo de la Gewandhausorchester Leipzig, dirigida por Riccardo Chailly, me parecieron magníficas. Sentí haberme perdido la Sinfonía núm. 4 de Mahler que ofrecieron la tarde anterior. Chailly está sembrado y consigue maravillas de una orquesta por otra parte excelente. No conocía el concierto de Shostakovich y me encantó, en particular el tercer movimiento, de un lirismo y sutileza extraordinarios, interrumpidos, como no podía ser de otra manera tratándose del Auditorio madrileño, por un coro perfectamente sincronizado de toses y carraspeos que alimentan mis más bajos instintos asesinos. El violinista Leonidas Kavakos, excepcional. Y de propina, la Obertura para un festival académico, también de Brahms, me dejó un maravilloso sabor de boca. Me fui feliz.
Aquí la tenéis, la 3ª, por la Filarmónica de Munich dirigida por Celibidache, que tampoco está nada mal.
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