
El vino en la fiesta representa una especie de torre de Babel con más de cien personajes arremolinados alrededor del motivo central del cuadro: un tonel rojo de vino. En él descubrimos el abigarramiento propio de este maestro del flamenco, su mirada irónica sobre los personajes, a veces un poco cruel; la viveza y expresividad de sus rostros y actitudes. Su obra es un fresco del mundo rural, de las clases más desafortunadas, sus costumbres y sus vicios. Resulta apasionante "leer" sus cuadros, ir desmenuzando su contenido, cada escena, el sin fin de personajes menudos en movimiento.
El cuadro llegó al Prado hace un año, por mediación de la casa de subastas Sotheby's, con el fin de que se pudiera estudiar y restaurar, ya que tenía una capa de barniz poliester muy oscurecida. Elisa Mora, la encargada de su restauración, manifestó que el tratamiento del pincel, la facilidad y seguridad de los trazos, la forma de los plegados, los toques de luz en rostros y objetos nos llevaron a pensar que era una obra pintada por el propio Brueguel. No se trata de un óleo sino de una tela pintada con temple de cola, que no permite empastes ni veladuras y que da un aspecto mate a la imagen.
Luis Francisco de la Cerda y Aragón, IX Duque de Medinaceli, compró este cuadro en Italia, siendo virrey de Nápoles. La pintura llegó a España en 1702 y pasó a formar parte de su colección particular, en cuyo inventario se hallaba ya Las hilanderas de Velázquez, valorada entonces en 3.000 reales, mientras que la atribuida a Brueguel se tasaba en 8.000 reales.
El cuadro ha sido adquirido por el Estado español y pasará a formar parte de la pinacoteca de El Prado.