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miércoles, 15 de mayo de 2013

Maria Joao Pires interpreta a Chopin

Algunos interpretes parecen tener magia en las manos, o en el corazón. Son esos que, además de no fallar una nota, de ejecutar la pieza con exactitud matemática, ofrecen algo más, un temblor, una emoción que inmediatamente se transmite y electriza la atmósfera, creando un vínculo casi amoroso con el público. Eso ocurrió hace unos días  en el Auditorio con Maria Joao Pires y la preciosa interpretación que ofreció del Concierto núm. 2 en fa menor de Chopin. Con Chopin me ocurre como con Beethoven, cualquier momento, cualquier estado de ánimo es adecuado para escucharlo. Y su obra me resulta tan familiar que siento como afrenta personal que el interprete no extraiga de la partitura toda su belleza.

Cuando Chopin escribe el Concierto núm. 2 tiene veinte años y acaba de enamorarse de Constanza Gladkowska, una joven de su edad, alumna de la Escuela de Canto del Conservatorio de Varsovia. En octubre de 1829 escribe a su amigo Tytus Wojciechowski: "Pudiera ser, para desgracia mía, que yo hubiese encontrado mi ideal, al que sirvo fielmente desde hace seis meses sin haberle hablado de mis sentimientos. Sueño con él; bajo su inspiración ha nacido el adagio(se refiere al larghetto) de mi concierto y, esta mañana, el pequeño vals que te envío (Op. 70 nº 3)".

Maria Joao Pires estuvo acompañada por la Kammerorchester Basel, digirida por Trevor Pinnock, que no me entusiasmó. Una lástima porque el resto del  repertorio era magnífico: el Siegfried Idyll de Wagner y la Sinfonía nº 41 de Mozart.

Os ofrezco el tercer movimiento, en esta ocasión con la Philadelphia Orchestra:

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