"Pepita Jímenez", de Isaac Albéniz, en los Teatros del Canal

Hace unos días se representó la ópera Pepita Jiménez, de Isaac Albéniz, en los Teatros del Canal, una versión en inglés inspirada en la novela de Juan Valera. No conocía esta ópera, había leído críticas muy favorables de este montaje, y me senté en la butaca con la mejor predisposición. Además, el director de escena era Calixto Bieito, cuyas propuestas siempre despiertan expectativas. Y ahí estuvo el problema. No en la escenografía :la idea de los armarios, de donde surgían y a donde se retiraban los cantantes no me pareció mal. Bieito quería representar esa España hipócrita que escondía la verdad bajo las alfombras, y los armarios dan juego. Lo que en los momentos más intensos de la historia estuvo a punto de arrancarme una carcajada fue la pésima dirección de actores. Comprendo que no todos los cantantes de ópera sean duchos en la materia, pero hay cosas que a un director no se le pueden escapar. Resulta ridículo que en plena apoteosis final, cuando por fin Don Luis renuncia a su vocación sacerdotal por amor a Pepita, y se abrazan felices, ella le de palmaditas en la espalda. Es ridículo que, mientras se confiesa, no cese de hacer aspavientos y termine reptando por el suelo alrededor del confesonario. Y es una lástima que tan pésima dirección te distraiga de una música preciosa y de unas voces muy aceptables.

Os dejo con el dueto Love moves by night, cantado por Plácido Domingo.