!!! Bienvenido ¡¡¡

Gracias por entrar. Antes de irte, echa un vistazo y comparte con nosotros. Nos interesa conocer todo lo que quieras compartir. ¿Has hecho algún descubrimiento deslumbrante? ¿Una película, un poema, un cuadro, un disco? ¿Una ciudad, un paisaje? Ábrenos una ventana y nos asomaremos.

miércoles, 17 de julio de 2013

Testigos del olvido


En 2009 y 2010 El País Semanal publicó una serie de reportajes en los que ocho escritores viajaban a otras tantas partes del mundo y nos contaban lo que allí se encontraban, su mirada detrás de las imágenes, su percepción de otros mundos, tan cerca y tan lejos. Su mirada rompía la cosificación de la miseria. Recuerdo esos reportajes con un estremecimiento. He vuelto a encontrar sus imágenes en la exposición organizada en el Museo del Palacio de Revillagigedo, en Gijón, un conjunto de fotografías firmadas por Juan Carlos Tomasi, acompañadas por textos de Manuel Vicent, Leila Guerriero, John Carlin, Laura Esquivel, Mario Vargas Llosa, Sergio Ramírez, Laura Restrepo y Juan José Millás. Colombia, Zimbaue, Bangladesh, Guatemala, Congo, Haití, Yemen e India.












Fuego cruzado en Colombia, titula Manuel Vicent el reportaje al que pertenece la imagen con la que abro. Y escribe: "Son gentes sencillas, de mucha alma, que entre la guerrilla y los paramilitares han llenado de pánico. Si les hablas de venganza, responden: "no podemos ser enemigos de nadie, solo queremos vivir tranquilos en nuestra tierra."En Zimbaue, un país que se desangra, escribe Leila Guerriero: "Cuando el segundo de sus hijos murió, MaNgwengya lloró mucho, pero volvió a pensar que esas cosas pasan en las vidas duras y lo enterró a unos metros de su casa, bajo el monte de espinos y eucaliptos, bajo la tierra, bajo un túmulo de piedras que los vecinos la ayudaron a acarrear. Cuando el tercero de sus hijos murió,  MaNgwengya lloró mucho, lo enterró a unos metros de su casa, bajo el monte de espinos y eucaliptos, bajo la tierra, bajo un túmulo de piedras que los vecinos la ayudaron a acarrear. Cuando la cuarta de sus hijas murió, en 2010, MaNgwengya se dijo que ya no tenía nada que perder porque todos los nacidos de su vientre estaban muertos. Pero después supo que la única sobreviviente a esa masacre, su nieta Nkaniyso, de 17 años, portaba el mismo mal que había aniquilado a su simiente: un virus de género lentivirus que mata, en su país, a 2.500 personas al mes..."











Viaje al corazón de las tinieblas. República Democrática del Congo. Mario Vargas Llosa: "En Bulango, como en Hewa Bora y en los campos de desplazados de Minova, la actitud más frecuente en quienes están confinados allí, y pasan las horas del día tumbados en la tierra, sin moverse casi por la debilidad o la desesperanza, es la apatía, la pérdida del instinto vital. Ya no esperan nada, vegetan, repitiendo de manera mecánica sus quejas -plásticos, medicinas, agua, escuelas- cuando llegan visitantes sabiendo muy bien que eso tampoco servirá de nada. Muchísimos de ellos están ya más muertos que vivos y, lo peor, lo saben."











Las reinas de Saba. Yemen. Dice Laura Restrepo: "Vienen subiendo, y son miles. Mujeres con sus hijos. Saben que muchas morirán por el camino, o que tendrán que dejar enterrados a sus hijos. Pero la decisión está tomada, y no pararán hasta encontrar un lugar donde la vida les abra por fin la puerta. Cueste lo que cueste, y por encima de quien se interponga. Si te paras aquí, en la costa sur de Yemen, vas a verlas venir: el Cuerno de África entero parece estar subiendo. En pateras, por el desierto a pie, mendigando a través de las antiguas ciudades. Me dice Habiba -somalí, comadrona graduada y querida amiga mía- que cuando escucha la palabra refugiados no piensa en hombres. Cierra los ojos y ve mujeres con niños. -Habiba -le pregunto- , ¿no serás tú la reina de Saba?".


3 comentarios:

  1. Hola, Sol. Hoy he seguido tu estela porque he ido al Revillagigedo y al salir del palacio (hacía un sol muy intenso cayendo por poniente y se reflejaba en las aguas del puerto con tal fuerza que hizo que entrecerrara los ojos ante aquel lago de bronce fundido) me acerqué a la esquina de la capilla de la Soledad. Luego, calle Artillería adelante, llegué hasta la estela de Vaquero Turcios. Y allí estaba la inscripción: "...Teamo (sic) mi Luna", con un corazoncito cerrando la declaración amorosa.
    Durante este paseo, te confieso que me invadió una compleja sensación entre necrófila y fetichista; algo así como la que debió de embargar al detective Scottie (Vértigo) cuando recorría las calles de San Francisco buscando el fantasma de Madeleine Elster..., que resultó Judy Barton. Cosas difíciles de entender para quienes no tengan una mente surrealista.
    Y volviendo a la expo (con ser interesante), qué cicatera se ha vuelto la antigua Caja de Ahorros de Asturias... Han desmontado la Obra Cultural y Social y apenas ofrecen unas migajas por mantener la cara. Nada que ver con muestras como la de su inauguración como espacio expositivo, allá por octubre de 1991, cuando nos trajo la obra de Francis Picabia, que recuerdo especialmente porque por entonces hacía yo un taller de Dadá y Surrealismo. En música, llegamos a admirar a Jean Pierre Rampal and other. Menos mal que gracias a que tenemos cierta biografía hemos conocido otros tiempos en los que, a pesar de los pesares y viniendo de donde veníamos, el arte y la belleza eran más asequibles. Ahora hemos de echar mano a los archivos mentales, a las reservas del alma, a los tesoros de la cava de los prodigios, al algibe secreto. Bien mirado, lo tenemos bien cerca, Benvenuta.
    Besos te mando: mira en tu palomar por la mañana.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hummmm, James Steward, no está mal, con esas largas piernas y ese aire de hombre frágil e íntegro... me gusta. Una iniciativa encantadora que me enternece.
      Sí, guardamos mucha belleza en la recámara.Pero seguiremos tras su rastro toda la vida, verdad, Scottie?
      De mi palomar he recogido todos tus besos. La he mandado de vuelta con los míos.

      Eliminar
    2. Deja que descanse la paloma, Madeleine.

      Eliminar