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jueves, 29 de agosto de 2013

En una morgue de Damasco

Creo que esta es una de las imágenes más terribles que he visto en mi vida. Siempre es terrorífico ver fotos de niños muertos, o heridos, pero en este caso mi horror fue mayor porque inmediatamente superpuse el rostro de mi nieto al de cualquiera de ellos. No creo que muchos tengan más de diez años, la edad del mío. Esas piernas largas de prominentes rodillas, esos rostros morenos, sus caritas que parecen dormidas. Una pesadilla. Una morgue de Damasco. Firman la foto AFP/END.

Carlos Boyero nos recuerda esta infamia en un artículo que publicó El País el 25 de agosto. Lo transcribo:

El horror

"Cuesta imaginar cómo pudieron sobrevivir durante una década la gente del Vietcong que hizo la guerra ocultándose en las toperas, túneles a lo largo de kilómetros, cercanos a Saigón, en los que vivían permanentemente y desde los que acosaban al Ejército norteamericano en plan guerrillero, apareciendo para golpear con las trampas más sofisticadas y desapareciendo inmediatamente bajo tierra. Esos túneles eran tan estrechos que no concebías que seres adultos y con unos kilos de más pudieran moverse por ellos. Cuando visité las toperas solo los niños podían introducirse en ellas. A un aparatoso y exhibicionista señor porteño que se empeñó en meterse en ellos para hacerse la fotito verificadora, hubo que sacarlo con esfuerzos proteicos, casi con polea.

 Pero después de constatar la heroica capacidad de resistencia de esos soldados, sobreviviendo como topos, buscas datos sobre los muertos en ambos Ejércitos y deduces que fue una guerra excesivamente descompensada. Murieron 58.000 soldados norteamericanos y tres millones de vietnamitas. Una victoria muy cara. Sospecho que lo que movilizó a la opinión pública de cualquier parte del mundo contra esa interminable masacre, más allá de las atroces estadísticas de muertos, fue el masivo impacto emocional que provocó la fotografía de una desvalida niña vietnamita corriendo por una carretera después de haber sido abrasada con napalm. Hay que ser una bestia para no conmoverse e indignarse cuando ves niños, forzosamente inocentes, masacrados por la guerra, eso que los cínicos denominan como inevitables daños colaterales.

La espeluznante imagen de montones de críos sirios en estado convulso, gritando como poseídos, después de haber sido machacados con gases tóxicos, haciendo tan real como entendible la desolada certeza de Kurtz desde el corazón de las tinieblas (“El horror, el horror”) tal vez sirva para que la ONU y EE UU se tomen en serio lo de detener esa salvajada.

Es curioso que Estados Unidos se escandalice por el uso de armas químicas. Que incluso lo utilizara como falso pretexto para invadir Irak. No tuvieron el menor escrúpulo para hacerlo en Vietnam. Y no sé si las bombas atómicas sobre Japón tenían componentes químicos o físicos. Sospecho que a las infinitas víctimas, incluidos los niños, les da igual."

6 comentarios:

  1. Ante esta infernal imagen hago como tu, Sol, superpongo las caritas de mis tres nietos a las de estos desdichados y sólo se me ocurre gritar con todo mi corazón: ¡Malditos sean por siempre quienes hayan ocasionado esta tragedia!

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    1. Todos somos culpables, José, aunque bien es verdad que unos más que otros. Un espanto. Un beso, cielo

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  2. una persona incapaz de sentir dolor ajeno, quien hizo esto no es un ser humano

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    1. Lo terrible del caso es que sí lo es, amigo mío. Somos capaces de hacer esto y cosas aún más terribles. Convivimos con el horror. Un abrazo muy fuerte

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