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sábado, 19 de octubre de 2013

¿Algo insólito?

En la Plaza del marqués, en Gijón, junto al Palacio de Revillagigedo, se encuentra el Pozo de la Barquera, ante el que los ciudadanos del siglo XVI al XVIII presenciaban el nombramiento y juramento de los cargos electos del Concejo de la ciudad. Cómo creo haberos comentado en alguna ocasión, me gusta leer la prensa en la terraza de un bar vecino al mencionado pozo, y esta mañana he sido testigo de un suceso que en un primer momento me resultó insólito, pero que inmediatamente supuse mucho más habitual de lo que sería deseable. Para vergüenza de este país.

Un hombre mayor, casi un anciano, de fuerte complexión y atildado y juvenil atuendo (pantalón gris, camisa blanca asomando el cuello por el escote de un jersey amarillo de lana, brillantes zapatos negros, pelo y bigote canoso bien dibujado), con dificultad manifiesta alcanzó a traspasar la verja que circunda el pozo, manteniéndose en inestable equilibrio sobre un somero repecho interior, ante mi alarmada mirada y la curiosidad de una niña pequeña que corrió, curiosa, a presenciar la hazaña. Caminó como pudo por tan exigua superficie, se agachó y recogió lo que colegí una moneda que algún turista había tirado cual si se tratara de la Fontana di Trevi, y que no había alcanzado el profundo interior del agujero. Con las mismas, se volvió con cuidado, alzó una pierna, luego la otra; introdujo la moneda en el bolsillo, y se fue.

He aquí a los nuevos pobres. Esto es, nosotros.

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