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martes, 22 de octubre de 2013

"Demasiada felicidad", de Alice Munro

Una de las ventajas de alojarme en casa de un amigo escritor cuando viajo a Gijón es que tengo a mi disposición su magnífica biblioteca. Ante la borrachera de libros ajenos siempre caigo en la tentación de aparcar durante unos días lo que estoy leyendo y aprovechar para descubrir algún tesoro. Difícil elección, entre tanto título atractivo. Pero en esta ocasión voy directa al estante donde se alinean los apellidos que comienzan con la letra "M" en busca de cualquier texto de Alice Munro, la nueva Premio Nobel, de la que no he leído nada. Tengo donde elegir, y me decido por un título sugerente, Demasiada felicidad. Y caigo rendida ante la poderosa prosa de esta canadiense, la contundencia con que nos ofrece sus pequeñas historias. Creo que acabo de estrenar un tiempo en brazos de esta mujer.


He aquí un extracto de su segundo cuento, Ficción:

"¿Cómo podía haber ocurrido algo semejante? Joyce se lo plantea a Jon, así misma y después a los demás. Una aprendiza de carpintero torpe de andares y de ideas, con pantalones anchos y camisas de franela y -en invierno- un jersey grueso y sin gracia moteado de serrín. Una cabeza que pasa lenta e inexorable de una estupidez o un lugar común a otro y eleva cada paso a la categoría de ley universal. Una persona así ha eclipsado a Joyce, con sus piernas largas, su cintura fina y su larga trenza de pelo oscuro y sedoso. Con su inteligencia, su música y el segundo coeficiente intelectual más alto.
- Creo que sé que pasó- dice Joyce.
Esto es más adelante, cuando los días se han alargado y los contoneos de los crinums refulgen junto a las cunetas. Cuando iba a dar clase de música con gafas oscuras para ocultar unos ojos hinchados de llorar y beber y en lugar de volver a casa después del trabajo iba a Willingdon Park, donde esperaba que Jon fuera a buscarla, temiendo que se suicidara. (Jon fue, pero solo una vez).
- Creo que fue porque había hecho la calle -dijo-. Las prostitutas se hacen tatuajes por el negocio, los hombres se excitan con esas cosas. No me refiero a los tatuajes, aunque, bueno, también, claro que también se excitan con eso; me refiero al hecho de que se hayan vendido. Tanta disponibilidad y tanta experiencia... Y encima reformadas. Una María Magdalena de mierda, eso es lo que es. Y Jon es tan crío sexualmente... Te dan ganas de vomitar.
Ahora tiene amigas con las que puede hablar así. Todas tienen algo que contar. A algunas las conocía de antes, pero no como ahora. Hablan en confianza, beben y se ríen hasta llorar. Dicen que no se lo pueden creer. Los hombres. Las cosas que hacen. Es asqueroso, absurdo. Increíble.
Y por eso es verdad.
Hablando así Joyce se siente bien, realmente bien. Dice que incluso hay momentos en que le está agradecida a Jon,porque se siente más viva que antes. Es terrible pero maravilloso. Un nuevo comienzo. La verdad desnuda. La vida desnuda."

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