Siempre es un placer escuchar a Anne-Sophie Mutter, pero creo que nunca ha logrado conmoverme como hace dos días en el Auditorio de Madrid. No soy experta en música, me siento incapaz de juzgar la calidad técnica de un interprete o una orquesta, pero sí capto inmediatamente su emoción, su entrega, y ese intangible que es capaz de conmocionarte hasta las lágrimas. Escuchándola percibí en su ejecución mayor hondura, una vibración de emoción que trascendía la perfección de su técnica. Así debió entenderlo el auditorio entero porque fue vitoreada y aplaudida con más calor que en anteriores recitales. Y nos premió con dos bises deliciosos.
Acompañada por el contrabajista Roman Patkolo, el concierto comenzó con el estreno en España de Ringtone Variations, una pieza de Sebastian Currier. Música contemporánea interesante, a la que intento ir acostumbrando el oído y la sensibilidad. Luego unas Variaciones sobre un tema de Corelli, de Fritz Kresler, agradables de escuchar, y terminó la primera parte con una sonata bellísima, esta vez acompañada al pìano por Lambert Orkis, la Sonata para violín y piano nº 3 en Do menor de Edvard Grieg. Adoro la obra de este compositor: uno de mis discos más queridos es el que reúne muchas de sus piezas para piano y violonchelo, Works for Violonchelo & Piano, que os recomiendo encarecidamente.
La segunda parte comenzó con la Sonata para violín y piano en Sol menor de Debussy (no me entusiasma Debussy, quizá no haya sabido descubrirlo), y concluyó con una joya, una de las sonatas más hermosas que conozco, la Sonata para violín y piano en La mayor de otro de mis compositores más queridos, César Franck. Con ella os dejo.
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