Sentada en una terraza ante mi café mañanero, llama mi atención una anciana que camina con pasos inciertos por la acera, bien asida una bolsa de plástico, el pelo canoso recogido en un escueto moño sobre la nuca. Tiene un rostro hermoso, con facciones orientales (¿quizá filipinos?) surcado de profundas arrugas, y viste un abrigo ajado de mouton, impropio de este tibio comienzo de otoño. Pero lo que me mantiene atenta a ella no es tanto su aspecto como el desvalimiento que traslucen sus pasos, un desconcierto que se acrecienta cuando se detiene delante de mí (solo dos filas de mesas nos separan) con la mirada perdida. Intuyo que no sabe dónde está ni a dónde se dirige. De repente se rompe la bolsa que agarraba con fuerza y se desparraman por el suelo una botella de agua, unas bolitas que parecen buñuelos y un trozo de pan envuelto en papel de aluminio. Cuando me acerco para ayudarla a recoger me envuelve un olor acre, a suciedad y comida en descomposición. Me da las gracias en perfecto castellano, sin acento alguno. En el bar me suministran una nueva bolsa, y allí introduzco las bolitas , el pan y el agua. Su mirada sigue perdida, como si en realidad se encontrara muy lejos de allí. Le doy algo de dinero, que observa con extrañeza y, de vuelta a la mesa, continúo observándola, parada en medio de la acera, perdida. Al cabo de unos minutos, con vacilante caminar, se va alejando.
Vuelvo a mi periódico. Leo: "Madrid multará con hasta 750 euros a mendigos y clientes de prostitutas". Se multará también a quienes duerman en los bancos. Creo recordar haber leído hace unos días que en Hungría serán sancionados (y no recuerdo si incluso encarcelarán) quienes lo hagan en la calle. Los albergues están desbordados. Los comedores sociales no dan a basto. Familias enteras no tienen donde guarecerse porque los desahucios los han dejado en la calle. La caridad ha sustituido a la justicia social. Qué asco de mundo.
Parece mentira que en el país nº1 del mundo en donantes de órganos y de voluntarios para todo tipo de acciones sociales (y al decir todo me estoy refiriendo a aspectos que pueden poner los pelos de punta), se adopten medidas como las que citas de Madrid y de otros lugares como Benidorm. Francamente, si no fuese por lo primero, España se estaría volviendo hedionda.
ResponderEliminarMil besos con olor a yerba recién segada.
Mil para ti también, José
EliminarTremendo, Sol, y cada vez mas habitual. Que asco.
ResponderEliminarSí. A esta gente tan pitiflús les molesta el olor de la pobreza y no quieren encontrársela en la calle. Gentuza.
EliminarEstoy indignada, David. Realmente encabronada. Con perdón.
Un beso
Unos datos sin ánimo de amargarte esta tarde noche.Tres millones de españoles viven con menos de 300 euros al mes; la mitad de los salarios no sobrepasan los 1.000 euros al mes; la pensión media es de 620 euros al mes; el 22% de la población está bajo el umbral de la pobreza que es de 627 euros persona/mes.
ResponderEliminarEs miserable que con estos datos, y otros del mismo tenor, se pretenda multar al pobre desdichado que nada tiene, que se pretenda expulsarlo no se sabe a dónde, que se le pida el copago en los medicamentos, que se suprima de un plumazo la ayuda para libros escolares, que se estrangule la ley de dependencia al no dotarla de medios...
Es muy triste pero esto es lo que hay.
Muchos besos otra vez, corazona.
Vergüenza me da...
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