Mi Casa es mi Mundo: El Papa Francisco, sobre el liberalismo

jueves, 3 de octubre de 2013

El Papa Francisco, sobre el liberalismo

"Pienso que el llamado liberalismo salvaje convierte a los fuertes en más fuertes y a los débiles en más débiles y a los excluidos en más excluidos. Se necesita gran libertad, ninguna discriminación, no demagogia y mucho amor. Se necesitan normas de comportamiento y también, si fuese necesario la intervención directa del Estado para corregir las desigualdades más intolerables", ha manifestado el Papa Francisco a Eugenio Scalfari en una entrevista publicada por el diario italiano La Reppublica. Nunca pensé que incluiría en esta sección opiniones de un representante de cualquier iglesia, pero debo confesar que este Papá me tiene tan sorprendida como a medio mundo. Al vivir al margen de las instituciones católicas, poco o nada me pueden afectar las decisiones que esta comunidad religiosa adopte, pero nada de lo humano me es ajeno y su influencia sobre cientos de miles de personas sí es de mi interés. Así que bienvenidas, al menos, las buenas intenciones.

El sentido común
es el menos
común de los
sentidos

8 comentarios:

David Hornero3 de octubre de 2013, 7:51
Este papa, como siga yendo de bueno, sera pronto "llamado" por Dios para estar a su vera, como le paso a Juan Pablo I. Que vaya con cuidado.
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Apollinaire3 de octubre de 2013, 10:42
¿Qué credibilidad van a tener las palabras de don Francisco, Sol? Fuera de las palabras, ¿ha cambiado en algo la praxis de su secta? ¿Por qué sobrevaloramos las escasas palabras acertadas de quienes viven en la impostura y que siempre han procurado que vivamos doblegados y sumidos en la ignorancia? Es que cuando un esaborío acierta con un chiste se lo reímos como si fuese un tío la mar de simpático...
Si fuese sincera esa crítica de la "lepra" que carcome las tarimas vaticanas; si hubiera voluntad de corregir a esos "pecadores" togados que parece denunciar y que infestan los pasillos palaciegos; si de veras se castigara a los corruptos y a los pederastas de alzacuello..., este Francisco milonguero y cumparsito ya habría descargado un golpe de puñito manicuro sobre la mesa de taracea filipina del tabuco del café. Y hubiese puesto firmes a los camarlengos nalgones y le iba a importar bien poco mancharse la hopalanda con el brebaje, en aquel acceso de ira justiciera. Pero : estoy seguro de que este Papa no va a renunciar a la pompa y circunstancia de sus antecesores; que los puntales del chiringo van a seguir siendo los de siempre; que SU Iglesia va a seguir siendo una rémora para que los pueblos no se liberen de sus verdugos.
No quisiera, ponerme solemne, Madeleine mía. Confieso que siento una sed abrasadora: proveeme de lo que necesito. Urgentemente,
Un beso (de siete minutos).
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Federico5 de octubre de 2013, 11:17
Al por menor, Sol, no sabría informarte con solvencia de aquellos eventos dignos de tu interés... Estoy bastante desvinculado de los fastos de esta city y, cuando concurro, me aburre el pijerío que observo: parece que se ha licuado el esqueleto de la gente y que llevara en los adentros una percha de silicona. Y no hablo de ciertas turgencias pectorales, incluso glúteas (aunque estas prótesis últimas pueden soslayarse con un forro de guata ad hoc, a la manera letizzziana y siempre según gente informadísima). Me refiero a esa blandura del carácter y a la poca consistencia personal que aparentan tantos, demasiado frecuentes para ser una percepción subjetiva mía.
El fin de semana pasado fui con unos amigos a dar un garbeo por la "Noche Blanca", que así llaman aquí a la iniciativa de galeristas y museos de mantener las puertas abiertas durante toda la noche, amenizándola con música, lectura de poesía, performances... La idea es buena, pero la realidad es que el arte y el talento más bien brillaban por su ausencia... He visto colgados (Espacio Líquido, p.e.) verdaderos bodrios, de un feísmo afectado y carente de técnica sonrojantes (si se conservara la facultad -en franca involución- de sonrojarse: esa que me precio de tener). Habían dispuesto un cartón mural en el que se recogía la opinión de los audaces. Escribí: "No todo lo feo es bueno". Menos mal que en aquella noche de los monstruos brillaba como una gema (en Gema Llamazares) la pintura de Paco Fresno. Venía este artista de trabajar durante años con un lenguaje emparentado con el cibernético (pixelado) y se notaba en estos bellos paisajes puntillistas figurativos, pintados con pincelada semejante a aquel módulo informático, lo que les da una textura de mosaico-. Fue lo único que me gustó de lo que vi. A lo mejor soy un estrecho y un exquisito demodé.
Así que haciendo un esfuerzo -que no me gusta comprometerme a hacer recomendaciones- pondría en tu (divina) agenda dos cosas, una mala y una buena. La mala, que vieras el desastre de nuestra playa de San Lorenzo, donde el mar se ha llevado miles de toneladas de arena y ahora ha quedado un feo escalón de varios metros casi a pie de muro, por lo que la marea alta casi lame el paredón de piedra: apenas la media luna de el Piles emerge de las aguas... El culpable (con toda probabilidad) el feo murallón de cemento que colapsa el horizonte y que la estulticia y la corrupción han dejado como herencia a este pueblo. Bien pudiera llamársele el "muro de la vergüenza". Y menos mal que sólo hicieron la mitad de la obra, que los muy bárbaros pesoeteros querían prolongarlo hasta el llamado "bajo de las Amosucas": justo el doble. ¿Comprendes ahora por qué no te iba a perdonar que me convencieras -preso en la red de tus encantos- para sacar el carnet del PSOE?
La buena, ya te la he sugerido: pasa por lo de Gema Llamazares y échale un vistazo a lo de Paco.

PD.- Esa semana que empieza el día 14, cuando haya consumido su primera mitad, volaré a Barcelona y me haré un poco más catalán. No reniego de lo mío pero me he propuesto ser catalán. O portugués, o andorrano: lejos de Quintanilla de Onésimo y del obelisco de Franco. Que me cae tan cerquita.
Muchos besos, mi sol.
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Joaquinitopez5 de octubre de 2013, 13:40
Toda la razón, digamos que como oí el otro día es "un hombre bueno". Lo que le hacía falta a la iglesia por su poder en el mundo.
Un abrazo
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Fotografos

Camino de Phnom Penh

Nos despedimos de Vietnam y, en una lancha rápida, ascendemos el Mekong rumbo a Phnom Penh. El río se extiende como una gran mancha de aceite, denso, pardo. En ambas orillas se suceden arrozales, bosques, praderas verdísimas, aldeas de palafitos colgadas sobre la orilla, diminutas playas de arena. De vez en cuando, entre los árboles, se vislumbra el tejado de una pagoda con sus aleros rizados, las serpientes que rematan los templos camboyanos. Me siento en la parte delantera de la barca, el viento me da en la cara, me salpica el agua. Allí permanezco hasta el final del viaje. Nos cruzamos con canoas y pequeñas barcas de pescadores donde se afanan padres e hijos. Es larga la travesía, el río describe grandes meandros, se manteniene quieto, majestuoso. Y, de repente, Phnom Penh ante nosotros, extendida en la orilla, combinando el agresivo perfil de algunos edificios modernos con la grácil volatilidad de sus templos, recortándose contra el horizonte.

"El amante", Marguerite Duras

Fragmentos: "Es el ámbito en cuyo seno empieza el silencio. Lo que ahí ocurre es precisamente el silencio, ese lento trabajo de toda mi vida...... Nunca he escrito, creyendo hacerlo, nunca he amado, creyendo amar, nunca he hecho nada salvo esperar delante de la puerta cerrada...... Años después de la guerra, después de las bodas, de los hijos, de los divorcios, de los libros, llegó a París con su mujer. Él le telefoneó. Soy yo. Ella le reconoció por la voz. Él dijo:sólo quería oír tu voz. Ella dijo: soy yo, buenos días. Estaba intimidado, tenía miedo, como antes. Su voz, de repente, temblaba. Y con el temblor, de repente, ella reconoció el acento de China. Sabía que había empezado a escribir libros. Lo supo por la madre a quien volvió a ver en Saigón. Y después se lo dijo. Le dijo que era como antes, que todavía la amaba, que nunca podría dejar de amarla, que la amaría hasta la muerte".

El Mekong de Marguerite Duras

Dice Marguerite Duras en "El amante": "Es, pues, durante la travesía de un brazo del Mekong en el trasbordador que se halla entre Vinh Long y Sa Dec, en la gran planicie de barro y de arroz del sur de la Conchinchina, la de los Pájaros. Me apeo del autocar. Me acerco a la borda. Miro el río. Mi madre, a veces, me dice que nunca, en toda la vida, volveré a ver ríos tan hermosos como éstos, tan grandes, tan salvajes, el Mekong y sus brazos que descienden hacia los océanos, esos terrenos de agua que van a desaparecer en las cavidades del océano. En la planicie hasta perderse de vista, esos ríos fluyen deprisa, se derraman como si la tierra se inclinara". Algo más adelante: "El río fluye sordamente, no hace ningún ruido, la sangre en el cuerpo. Fuera del agua no hace viento....... Alrededor del transbordador, el río llega a ras de borda, sus aguas en movimiento atraviesan las aguas estancadas de los arrozales, no se mezclan...... Arrastra todo lo que le sale al paso, chozas de paja, selvas, incendios extinguidos, pájaros muertos, perros muertos, tigres, búfalos ahogados, hombres ahogados, cebos, islas de jacintos de agua aglutinada, todo va hacia el Pacífico, nada tiene tiempo de hundirse, todo es arrastrado por la tempestad profunda y vertiginosa de la corriente interior, todo queda en suspenso en la superficie de la fuerza del río". "El amante", Marguerite Duras, he aquí los responsables de mi primera fascinación por el Delta del Mekong. He buscado el rastro de la niña que fue Marguerite Duras en Chollon, el barrio chino de Saigón, donde el padre del chino del Morris Léon-Bollée, el amante, construyó los pequeños apartamentos en uno de los cuales ellos vivieron su historia de amor. Busqué su rastro en Vingh Long, en Can Tho. La imaginé en los trasbordadores que veo cruzar el río. La ví en esas pequeñas granjas ocultas en el bosque, a orillas del río, tal como nos cuenta en "Un dique contra el Pacífico", una obra terrible y magnífica. Un viaje literario.

Desde Danang a Hue

La carretera nacional que se extiende de norte a sur del país, 2500 km, y que recorremos en el trayecto que une Danang y Hue, es poco más que una pista de asfalto con tierra en vez de arcenes, sin señalización alguna. Los camiones se adelantan con o sin visibilidad, mientras los motoristas hacen equilibrios para no caer por el terraplén a donde sin piedad alguna les envían. De repente una roca obstaculiza el paso y hay que sortearla entrando en el carril contrario, esté o no ocupado. Y cuando te acercas a un pueblo los dos carriles se convierten en uno, pues el segundo es utilizado como secadero de arroz: extienden unas mantas sobre el pavimento y sobre ella el arroz con su paja. De vez en cuando una vietnamita descalza, tocada con el sombrero cónico y una suerte de rastrillo, lo mueve con la finalidad de lograr un secado uniforme. La carretera se dibuja en una franja formada por una cadena montañosa y la costa, entre pueblos y arrozales. El paisaje es una belleza. La exuberancia del bosque tropical engulle casas, cercados. Pinos, eucaliptus de varios tipos, mangos, higueras, acacias, palmeras. Las buganvillas forman arboles. Crecen las orquídeas por todas partes, los hibiscos, los flamboyanes. Grandes superficies de calas, y unas flores grandes, blancas, de corolas muy abiertas y hojas redondas como platos trepan por los troncos de los árboles y visten sus copas. Y entre los arrozales, estanques naturales con nenúfares. Grandes superficies de arrozales, de un verde intensísimo, salpicados por campesinos encorvados. De cuando en cuando una tumba en medio del arrozal. Parece que antes era habitual enterrar a los muertos en el terreno familiar. Un buey tira del arado, dirigido por un campesino. Son bueyes grises, acostumbrados a vivir en el agua. No es infrecuente ver a niños pequeños encaramados sobre ellos. Atravesamos tres puertos montañosos, uno de alrededor de mil metros, con unas vistas maravillosas sobres las bahías, en las que la costa se va abriendo, una tras otra. Zonas de mariscadores, playas con barcas con la vela típica vietnamita, otras circulares, construidas con bambú. Y, como en todas partes, la gente en la calle, sentada en cuclillas al borde de la carretera, charlando, bebiendo té, los niños correteando alrededor, siempre descalzos. Saludan con la mano al pasar el autobús, y sonríen. Un pueblo adorable.

Bahía de Halong

Los farallones de piedra caliza que se yerguen formando un laberinto, constituyen una barrera natural que mantiene, por lo general, las fuertes corrientes del océano lejos de esta quietud. Todo está en calma en Halong, lo que permite a los pescadores trabajar confiados. Pero, a veces, estalla la tormenta, y este lugar se transforma en una pesadilla. Las olas enloquecen en la Bahía, se estampan contra los escollos, se retuercen las corrientes y los barcos se estrellan contra estas paredes carcásicas. Halong se transforma en una trampa letal, inimaginable mientras navegamos por estas aguas verdísimas hacia una grieta horizontal en la base de un farallón. Parece una boca de sonrisa estrecha y alargada. Mientras la marea se mantenga baja podemos introducirnos por ella, estrecha franja entre el agua y el techo de la gruta, casi al alcance de nuestra mano. A los pocos metros desembocamos en un gran circo carcásico, cerrado, como una piscina de intensa vegetación. Cientos de ojos nos observan desde los árboles y matorrales. Estamos rodeados de monos.

Hanoi

Hanoi, cinco millones de habitantes, tres millones de motos. La moto es el medio de transporte familiar. No es infrecuente ver instalados en ella a cinco personas, tres adultos y dos niños colocados en cualquier parte: de pie sobre el sillin, sentado en el manillar, como un sanwiche entre dos adultos, o simplemente en brazos de uno de ellos. Eso sí, sistemáticamente sin casco. Tampoco es raro contemplar niños de poco más de un año sentados en el sillin tras su madre, muy tiesos, agarrandos a su espalda. Pero las motos sirven también para transportar mercancias, a veces muy voluminosas: puertas, muebles, embalajes, ruedas, incluso unos contenedores con varios cientos de huevos. Y también se pueden convertir, ocasionalmente, en transporte púbico: su dueño te ofrezcerá llevarte de paquete a la dirección que desees, por un módico precio. Los conductores no dejan de tocar la bocina ni un instante, avisando así a los demás vehículos de su existencia. La gran mayoria llevan mascarillas para protegerse de la contaminación, que llegan a taparles la cara casi completamente en el caso de las mujeres, evitando así que el sol les tueste la piel. En su caso esta precaución se extiende a los brazos, enguantados hasta más arriba del codo, y las piernas, vestidas con medias. De manera que van completamente tapadas, con cuarenta grados de temperatura ambiente. Parece ser que, para los orientales, la piel clara es sinónimo de belleza

Hanoi

La gente vive en la calle. Allí trabajan los peluqueros, cortando el pelo o afeitando a los hombres; las esteticistas haciendo la manicura o los pies a las mujeres. Se reunen para comer, en cuclillas, agarrados a un cuenco de arroz, o sentados sobre unos pequeños taburetes de plástico. En la calle amamantan a los niños, los asean, les dan de comer. Friegan los cacharros en unos baldes con agua jabonosa que luego jarrean en la calle. Las tiendas, pequeños cubículos, muestran en las aceras su mercancia, y entre estas y las motos aparcadas imposibilitan el paso de los peatones, que deben caminar por la calle entre bicicletas y motos, un enjambre de motos enloquecidas que van y vienen sin orden ni concierto, tocando todas las bocinas a la vez, cruzándose en un torbellino indescriptible. En ese maremagnum sobrevives milagrosamente. Hemos recorrido a pie toda la zona antigua, abigarrada, olores y colores, sorteando bicis y motos; hemos entrado en mercados, caminando por la calle de los plateros, los herreros, los sastres .....pero lo más fascinante es el mercado de alimentos. Encuentras puestos con comestibles por todas partes: palanganas de plástico de colores o latón donde saltan peces vivos, de considerable tamaño, otras con serpientes, mariscos, bolsas de red con enormes ranas apelotonadas, puestos de carne, de frutas, verduras, especias...... Olores. Y gente, gente, gente. Mujeres preciosas, sonrientes y encantadoras. Los hombres son arrogantes, con un punto de altivez. Las calles, en general muy estrechas, están bordeadas de lilos cargados de flores. Ha sido una inmersión total. La gente es enormemente amable, y si les sonríes te permiten cualquier cosa. Hemos entrado en pagodas y les hemos visto rezar con enorme devoción, mientras nos rodea una nube de incienso. Hemos tomado té en uno de sus cafés, en la calle. Hemos alquilado un ciclo y nos hemos lanzado a la vorágine, siempre al borde del choque con peatones, bicis, motos, coches u otros ciclos, pero la destreza con la que conducen es escalofriante y logramos salir ilesas. No existen semáforos, ni pasos de cebra, ni direcciones prohibidas.Todo es un inmenso caos en el que ellos se manejan divinamente. Los peatones cruzan jugándose la vida, y allá vamos nosotras también.

La dama del armiño (detalle)

En 1465 el rey Fernando II de Nápoles condecoró a Ludovico el Moro con la orden de San Michel, también llamada del "Ermellino", es decir, del "armiño". Ludovico recibió este gesto con tal satisfacción que el poeta Bellincioni lo cantó en un poema:" al itálico moro armiño blanco, quien del armiño lo tiene todo, aunque su nombre sea negro". Así, el armiño pasó a formar parte de la iconografía del duque, y este puede ser uno de los motivos por los que Leolardo lo incluye en el retrato de su amante. Tendría un significado, pues, de pertenencia. Por otra parte, en los bestiarios medievales, que tan bien conocía Leonardo, la simbología moral del armiño estaba unida a la castidad y la pureza, ya que este animal, en su huída del cazador, prefiere morir antes que ensuciarse de fango. En La dama del armiño (1488, óleo sobre tabla, Czartoryski Muzeum, Cracovia) se establece una relación especial entre la dama y el animal: las miradas de ambos atraviesan el espacio ignorando al espectador; el gesto decidido; las líneas curvas de los perfiles de ambos; el movimiento nervioso de la mano de ella y la pata del armiño. Y no deja de ser sugerente el hecho de que Leonardo colocara entre los brazos de la dama a un animal arisco de afiladas garras, quizá insinuándonos la positiva influencia que la joven ejercía sobre el carácter del duque.

Giangaleazzo Sforza pintado por Leonardo da Vinci

Leonardo da Vinci fue el encargado de la organización de los actos conmemorativos de la boda de Giangaleazzo Sforza e Isabel de Aragón. Para ello ideó un paraíso en el interior de una gran sala, cubriéndola de sedas y tapices; diseñó ingeniosos aparatos que permitían a los actores, disfrazados de dioses, descender del cielo y posarse sobre un monte tocando instrumentos y cantando alabanzas a los recién casados; otros, simulando ser planetas, otorgaban dones a la desposada. Se danzaba y recitaban sonetos. Las máscaras y los atavíos de los participantes resultaron de una increible originalidad. Pero la gran novedad de la representación estribó en los "efectos especiales", la gran capacidad de Leonardo para crear, a través de elementos mecánicos, atmósferas mágicas.

El libro del desasosiego. Fernando Pessoa

Si escribo lo que siento es porque así disminuyo la fiebre de sentir. Lo que confieso no tiene importancia, pues nada tiene importancia. Hago paisajes con lo que siento. Hago fiestas de las sensaciones........Estas confesiones de sentir son solitarios mios...... Me desenrollo como una madeja multicolor, o hago conmigo figuras de cordel, como las que se tejen entre los dedos estirados y se pasan de unos niños a otros. Sólo me preocupo de que el pulgar no estropee el lazo que le corresponde. Después, vuelvo la mano y la imagen resulta diferente. Y vuelvo a empezar.

Libertad bajo palabra. Octavio Paz

Difícilmente, avanzando milímetros por año, me hago un camino entre la roca. Desde hace milenios mis dientes se gastan y mis uñas se rompen para llegar allá, al otro lado, a la luz y el aire libre. Y ahora que mis manos sangran y mis dientes tiemblan, inseguros, en una cavidad rajada por la sed y el polvo, me detengo y contemplo mi obra: he pasado la segunda parte de mi vida rompiendo las piedras, perforando las murallas, taladrando las puertas y apartando los obstáculos que interpuse entre la luz y yo la primera parte de mi vida.

Libertad bajo palabra. Octavio Paz

Luego de haber cortado todos los brazos que se tendían hacia mí; luego de haber tapiado todas las ventanas y puertas; luego de haber inundado con agua envenenada los fosos; luego de haber edificado mi casa en la roca de un NO inaccesible a los halagos y al miedo; luego de haberme cortado la lengua y luego de haberla devorado; luego de haber arrojado puñados de silencio y monosílabos de desprecio a mis amores; luego de haber olvidado mi nombre y el nombre de mi ciudad natal y el nombre de mi estirpe; luego de haberme juzgado y haberme sentenciado a perpetua espera y a soledad perpetua, oí contra las piedras de mi calabozo de silogismos la embestida húmeda, tierna, insistente, de la primavera.

La mujer del cuadro

Si visitamos las obras de Botticelli en la Galería de los Uffizi, en Florencia, y nos fijamos en el rostro de sus madonnas descubriremos el gran parecido físico que muchas de ellas guardan con Simonetta. ¿Qué sentimientos despertó en el pintor para que este reprodujera su rostro una y otra vez?. En 1.486 pinta la "Madonna" del altar de San Bernabé y la similitud entre ambos rostros es inegable. También en esta obra aparece la concha, aunque en esta ocasión invertida, colocada sobre la figura de la Virgen.

La mujer del cuadro

Botticelli no sólo fue el encargado de inmortalizar la belleza de Simonetta, también dejó constancia en esta obra de sus amores con Giuliano de Médici. En 1.483 pinta "Venus y Marte" con la pareja como modelo, en un claro homenaje a su memoria. La obra es una alegoría a la victoria del amor, Venus, sobre el símbolo de la discordia y dios de la guerra, Marte. El historiador James Hall afirma que, durante el Renacimiento, el tema servía para conmemorar matrimonios recién estrenados, utilizando como modelos a los recién casados. En el lienzo, Venus parece observar el sueño de Marte, con quien acaba de hacer el amor. Sobre la cabeza de Giuliano se observa un avispero, detalle que ha hecho pensar a los estudiosos que pueda tratarse de un encargo de la familia Vespucci, "avispa" en italiano. No deja de sorprender que, de ser así, fuera la familia de su marido la cliente de un lienzo que conmemora un amor adúltero

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jueves, 3 de octubre de 2013

El Papa Francisco, sobre el liberalismo

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