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martes, 29 de octubre de 2013

"Surrealismo antes del Surrealismo", en la Fundación Juan March

En algún lugar que no recuerdo leí hace unos días que una obra de arte, antes de cualquier otra consideración, es una aventura del espíritu. Creo que la ejecución de cualquier objeto artístico, desde una sinfonía a un poema, debe suponerlo para quien se enfrenta a él sin más condicionantes que dar rienda suelta a  su creatividad, pero intuyo que tal viaje ha de ser aún más apasionante si penetra en el mundo de lo onírico. Tratar de que el subconsciente se exprese sin cortapisas, que los sueños se concreten en algo material, con su lógica irracional, se me antoja especialmente excitante.












Estos días podemos disfrutar en Madrid de dos exposiciones centradas en el Surrealismo, el movimiento que más profundamente trastocó los cimientos del arte pequeño burgués a principios del siglo XX. Un movimiento en el que el juego, el desorden, la incorrección, la libre expresión de los más profundos deseos e inquietudes dirigieron sus pasos. Se trata de El surrealismo y el sueño, en el Museo Thyssen Bornemisza (que pretendo visitar y traer a Mi casa uno de estos días), y Surrealistas antes del Surrealismo, en la Fundación Juan March, algunas de cuyas obras os ofrezco hoy.














La exposición recoge casi doscientas obras, entre grabados, dibujos y fotografías, que nos acercan a los precursores del movimiento, desde Goya y Durero a Hendrik Goltzius o Picasso, traídas de colecciones públicas y privadas de diversos lugares de Europa y que con dificultad podremos disfrutar en otra ocasión.
Se divide en once apartados, cada uno contemplando el fenómeno desde un punto de vista, y se inicia con "El ojo interior", que de igual modo puede considerarse como "mirador abierto al mundo exterior que como ventana del alma". "El ojo existe en estado salvaje", afirmaba André Breton en su tratado El Surrealismo y la pintura.















Abro con Hombre con la cabeza llena de nubes, de Dalí. A la izquierda, uno de los dibujos que ilustran las cartas enviadas por Francisco de Goya a su amigo Martín Zapater; y a la derecha La rueda de la luz, de Marx Ernst. Debajo dos obras de Odilon Redon, un pintor que me apasiona y que os traje a Mi casa con motivo de la espléndida exposición de su trabajo organizada por la Fundación Mapfre en la primavera del año pasado, y ahora hace un año a propósito de un pequeño libro ilustrado con sus grabados, Baudelaire, Poe, Mallarmé, Flaubert interpretados por Odilon Redon. Se trata de Visión y de El ojo, como globo grotesco, se dirige al infinito. Y, sobre estas líneas, Urbanita solitario, de Herbert Bayer y Les moutons, de Max Ernst, una reproducción fotomecánica del libro de Paul Eluard Repetitions, de 1922. Con ellas termino por hoy; en entradas sucesivas os traeré algunas de las obras que más me han atraído de esta interesante muestra.

2 comentarios:

  1. TOC (por Neil Hilborn)


    La primera vez que la vi…

    Todo en mi cabeza se silenció

    Todos los ticks, las imágenes constantes desaparecieron.

    Cuando tienes trastorno obsesivo compulsivo en realidad no tienes momentos callados.

    Incluso en la cama estoy pensando:

    ¿Cerré las puertas? Sí

    ¿Me lavé las manos? Sí

    ¿Cerré las puertas? Sí

    ¿Me lavé las manos? Sí

    Pero cuando la vi, la única cosa en la que pude pensar fue en la curva de la horquilla de sus labios.

    O la pestaña en su mejilla–

    La pestaña en su mejilla–

    La pestaña en su mejilla.

    Sabía que debía hablar con ella

    La invité a salir seis veces en treinta segundos.

    Ella dijo que sí después de la tercera,

    pero ninguna de las veces que pregunté se sintió bien así que tenía que seguir haciéndolo.

    En nuestra primera cita,

    pasé más tiempo organizando mi comida por colores de lo que pasé comiéndola o hablando con ella.

    Pero le encantó.

    Le encantaba que tuviera que besarla para despedirme 16 veces, o 24 si era miércoles.

    Le encantaba que me tomaba todo el tiempo caminar hacia casa porque había muchas grietas en la banqueta.

    Cuando nos mudamos juntos ella dijo que se sentía segura,

    como si nadie nos fuera a robar porque definitivamente había cerrado la puerta 18 veces.

    Yo siempre veía su boca cuando hablaba–

    Cuando hablaba–

    Cuando hablaba–

    Cuando hablaba–

    Cuando hablaba;

    Cuando me dijo que me amaba, su boca se curvaba hacia arriba en los bordes.

    En la noche ella se acostaba en la cama y me veía apagar todas las luces, y encenderlas, y apagarlas, y encenderlas, y apagarlas, y encenderlas, y apagarlas, y encenderlas, y apagarlas, y encenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y encenderlas, y apagarlas, y encenderlas, y apagarlas, y encenderlas, y apagarlas, y encenderlas, y apagarlas.

    Ella cerraba los ojos y se imaginaba que los días y las noches pasaban frente a ella.

    Algunas mañanas empezaba a besarla para despedirme y ella sólo se iba porque estaba haciéndola llegar tarde al trabajo.

    Cuando me detenía en las grietas de la banqueta ella seguía caminando.

    Cuando me decía que me amaba su boca era una línea recta.

    Me dijo que estaba tomando mucho de su tiempo.

    La semana pasada empezó a dormir en casa de su madre.

    Me dijo que nunca debió dejarme apegarme tanto a ella; que todo esto fue un error,

    pero… ¡¿Cómo podría ser un error que no tenga que lavarme las manos después de tocarla?!

    El amor no es un error y me está matando que ella pueda salirse de esto y yo no.

    No puedo–

    No puedo salir y encontrar a alguien nuevo porque siempre pienso en ella.

    Usualmente, cuando me obsesiono con algo, veo gérmenes escabulléndose en mi piel.

    Me veo a mí mismo siendo atropellado por una infinita línea de coches.

    Y ella fue la primera cosa hermosa en la que alguna vez me he estancado.

    Quiero despertar todas las mañanas pensando en la manera como agarra el volante.

    Cómo mueve las manijas de la regadera como si estuviera abriendo una caja fuerte.

    En cómo sopla las velas–

    cómo sopla las velas–

    cómo sopla las velas–

    cómo sopla las velas–

    cómo sopla…

    Ahora sólo pienso en quién más está besándola.

    No puedo respirar porque él sólo la besa una vez­– ¡No le importa si es perfecto!

    La quiero de regreso tanto que…

    Dejo la puerta sin cerrar.

    Dejo las luces encendidas.

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    1. Fantástico relato. Muchísimas gracias por traerlo a Mi casa. Un fuerte abrazo

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