El amenazado
Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir.
Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz.
La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la
única.
¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las
letras,
la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el
áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas,
la serena amistad, las galerías de la biblioteca, las cosas
comunes,
los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de
mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?
Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se
levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran
por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz.
Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu
voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias
inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.
Ya los ejércitos me cercan, las hordas.
(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)
El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo.
Recordada Amanda:
ResponderEliminar¿Por qué pensás que yo sea uruguayo y no altagraciano, porteño, patagón o ushuaiano?
Nacido en la Boca bonaerense me replantaron pibe en el Stanley malvino, que un ebrio Galtieri rebautizó Puerto Argentino; aunque poco le duró el crisma: lo que tardó en hundirse el Belgrano desde que la virago de la Pérfida Albión golpeó con su taconcito la tarima de los Comunes. Y así la crisma argentina resultó quebrada.
Tresquilé rebaños de merinas hasta mozo y después... vino el mar.
Y ahora, manumiso, me bebo el mate y los minutos en bochinches de lunfardo y bandoneón.
Cuando la guita da licencia, sesteo en las terrazas de Corrientes y a medida que la plata escamotea, me corro hacia San Telmo o hasta la Boca, que allí los pesos parecen pesar más.
.¡Pobre Argentina mía..., que tenés el alma inquieta de un gorrión sentimental!
Sos así, siempre lo fuiste; te dejás embaucar por cualquier pelotudo ansioso de guita y cambalache y así te derrumbás, una y otra vez, con las patas boleadas por gauchos de Corrientes, 3, 4, 8, que te doblegan y te marcan el caminito que el tiempo no acaba de borrar.Y así, con la zozobra, por una cabeza –por esta cabeza- me tenés piantao, piantao…
Ah, mi Buenos Aires querido, cuándo te volveré a ver...
Recordada recordada.... abandonada me tenés, querido. De tanto sestear por las terrazas de Corrientes se te ha puesto chirle el cerebro y borrado mi memoria. Me disgusta, tenlo en cuenta. Te saludo tocando el ala de mi sombrero y agitando con donaire mi pañuelo a la vez, que una tiene mucha capacidad.
ResponderEliminarTenés un poco de razón..., pero a veces pienso en vos. Y pienso en Celia, que una tarde se fue sin decir palabra y ya no he sabido más de ella. Me dice su portera que oyó que partía para la alfonsina Mar del Plata. Quizá haya quedado presa del canto de las caracolas marinas, o que entretenga su tiempo trenzando diademas de algas y sargazos, o que le plazca tanto dormir oyendo el rumor de las mareas que ha decidido quedarse para siempre.
ResponderEliminarPero me duele que no le haya dejado a su portera una nota para mí, diciéndome por qué Celia no vuelve.
Por lo demás, reiterate que (casi) siempre pienso en vos.
Ah, así que ahora entretenemos tus pensamientos Celia y yo. Cada vez lo pones peor, querido, soy yo poco compartidora. ¡¡Bueno, sea!! Pero visítanos más, sí?
EliminarQueridos Sol Pau, Federico porteño: Me conmueve que se acuerden de mí y ojalá, Federico anduviera yo por esas playas de sol y arena, gaviotas y caracolas en lugar de estas arenas de papeles judiciales, leguleyos y sucias artimañas de no tan buenos Jueces de la Oh Justicia!. Ni libros, ni música, ni los agradables paseos por estos nuevos lugares acompañada por Negrita con quien mantengo buenos diálogos, (que lo son, aunque perrunos). Cada tanto Sol, entro a tu Casa, miro un poco y creo que me he perdido mucho para deleitar mi espíritu.
ResponderEliminarEs que estoy en esta cárcel que no es la de "te labra prisión mi fantasía", sino la de los abogados.
No quería escribir para tirar estas palabras a personas tan encantadoras, pero, como dije, me acariciaron el corazón al recordarme.
Besos y abrazos a ambos.
Celia
Me has dado una enorme alegría, Celia, al volver a asomarte por mi casa. Claro que te he recordado, lo he hecho a menudo, imaginándote luchando como una jabata por defender tus derechos. Aguanta, querida, y no pierdas la esperanza ni la alegría. Y no nos abandones tanto tiempo. Un abrazo fortísimo
EliminarQuerida Celia, me llena de alegría haberte recuperado para esta causa..., y me cabe la majadera vanidad de creer que he sido yo, con mi milonga, el que ha alumbrado las luces que han marcado tu retorno. Volvés, con la frente marchita de tanto papel...
ResponderEliminarYo, casi un recién llegado a esta Casa, apenas conozco nada de vos; de tus circunstancias, de tu laburo... Pero sé que sos una mujer de bien, interesante,
Vení, volvé.
Un beso, celia.
Permiso Sol: Federico milonguero, gracias por tus palabras. No pude evitar, aunque atrapada por lo que me toca en este tiempo, escribirle a Sol y a ti.
ResponderEliminarEstoy luchando por mi casa; añoro mis flores, el limonero, el canto de los pájaros, la sombra y los atardeceres en el verano. Por ahora, hay extraños. Y abogados y jueces que sólo ven papeles.
Estaba alejada de todo lo que no fuera lo judicial cuando oí tu voz y la de Sol.
Gracias a los dos; espantaron mi tristeza.
Un beso, Federico. Un beso, Sol
Celia
Quédate con nosotros, querida: los sinsabores lo son menos si se comparten con amigos. Olvídate de tanto en cuanto de actas, letrados y jueces y pasea el alma por lugares más gratos. Y déjate querer. Ya sabes que en esta casa se te quiere mucho. Un millón de besos
Eliminar