"A mi abuelo le gustaba lo excepcional y lo extraordinario, la oposición, lo revolucionario, revivía en la contradicción, existía totalmente a partir del antagonismo; mi madre, para poder afirmarse, buscaba apoyo en la normalidad. Lo que se llama una familia feliz, o sea, armoniosa, fue lo que deseó durante toda su vida.. Sufría por las escapadas cerebrales e intelectuales de su padre, ante las que corría peligro permanente de zozobrar. Veneró a su padre profundamente mientras vivió, pero con igual gusto se hubiera sustraído a las intenciones mentales de su progenitor, para ella tan caóticas y devastadoras, tan consecuentemente destructivas. Naturalmente no lo consiguió. Tuvo que adaptarse. Eso la deprimió durante toda su vida. Hacía tiempo que había renunciado a toda resistencia contra el cerebro de su padre, que fatigaba a su entorno y exigía de él más que el promedio. Veneraba a un déspota, que era su querido padre y que, como es natural sin tener conciencia de ello, tendía a su destr4ucción. En las proximidades de él, solo era posible evadirse y salvarse si se sometía uno sin condiciones, porque lo quería a él. Veneración y amor, y al mismo tiempo el deseo de evadirse, no bastaban, en lo que a ella se refería. Por lo que se llama normalidad, que mi madre anhelaba, aunque lógicamente tenía conciencia de la reducción que esa normalidad significaba con respecto a nuestra forma de vida, mi abuelo, que ya en su más temprana juventud había huido de eso que se llama normalidad, no tenía más que burla y escarnio y el más profundo desprecio."
Subyugante prosa la de Bernhard. Este primer tomo de su autobiografía, que arranca con su escapada a Salzburgo en una bicicleta robada, a los diez años de edad (un relato de una belleza extraordinaria) me ha fascinado, aunque bien es cierto que todas las novelas suyas que han pasado por mis manos me han impresionado de igual manera. Es muy grande, Bernhard. Os lo recomiendo.
Permíteme que te corrija, Un niño es el último tomo de su autobiografía no el primero (El orígen), pero tanto da por la gran calidad de su prosa, como bien dices, mas si el traductor es Miguel Sáenz.
ResponderEliminarUna cosa que creo que tenemos en común es la adicción a ciertos escritores que transitan por EL PAÍS. Antonio Muñoz Molina, yendo cerca (o sin ir más lejos).
Cuando lo leí en este artículo:
http://cultura.elpais.com/cultura/2013/10/16/actualidad/1381923020_687309.html
me dije, ¿pero cómo Antonio no había reparado antes en Bernhard?
Y así es Antonio MM, honrado, nada presuntuoso y expone su amor, su pasión. Lo sigo hace mucho tiempo y para mí es una referencia viva de cultura, de calma.
Murió ya hace años aquel crítico del que conservo un montón de recortes. Huéfano me sentí; Muñoz Molina suple parte ahora.
Pues adelante, Sol, adéntrate en El Origen y en el resto que son una maravilla. Yo, este primer tomo se lo recomendaría al ministro Vert (no me haría caso, sin duda, pues qué quieren sino analfabetos funcinales).
Te dejo una cita de El Origen que en su día subrayé:
...todo debe cambiarse en nuestro sistema de enseñanza si no queremos que la Tierra esté poblada nada más que por seres antinaturales y destruidos y aniquilados por su antinaturaleza.
Salud.
Sé que es el último en aparecer publicado, al menos en España, pero tengo entendido que corresponde a su edad más temprana, ya que El origen, El sótano, El aliento y El frío cubren etapas posteriores de su biografía. No he leído ninguno de ellos, y ahora me alegro porque al comenzar por Un niño tengo ocasión de hacerlo por orden.
EliminarTambién yo, como Muñoz Molina, soy reciente "bernhardiana", uno de los mejores descubrimientos que he hecho en los últimos tiempos. Pero es duro; hay que tomarlo en pequeñas dosis.
Gracias de nuevo por tus comentarios, de enorme interés para mí y, estoy segura, para todos los visitantes de Mi casa. Un abrazo