Muy de agradecer las buenas intenciones de la Orquesta de Cámara de Basilea al elegir un repertorio fundamentalmente español para su cita con el público madrileño. El siempre apasionante El amor brujo, de Falla, el Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo y la Sinfonía en Re menor de Juan Crisóstomo Arriaga. Sin embargo en ningún momento logró contactar realmente con el auditorio, que recibió con bastante frialdad sus interpretaciones. A mi juicio, a El amor brujo le faltó fuerza expresiva, y me resultó penosa la actuación de la mezzo Lilia Tripodi, cuya voz no logró en ningún momento despegar de la orquesta. Me gustó más la adaptación para arpa del Concierto de Aranjuez, con el arpista Xavier de Maistre como solista. Tampoco me desagradó la sinfonía de Arriaga, que no conocía, pero desde luego no resultó un concierto memorable. Aunque lo que dejó al público desconcertado fue el estreno mundial de Oton para orquesta de cámara, del joven compositor suizo Rico Gubler, una serie de sonidos inarticulados sobre una grabación de ruidos y conversaciones de fondo, algo insólito que escuchamos estupefactos. Cuánta tropelía se puede hacer bajo el paraguas de "música contemporánea".
Os dejo con la Danza del fuego, interpretado por la Orquesta Sinfónica de Chicago, dirigida por Barenboim.
...Y es que noto cómo se me ablanda en el pecho la piedra de basalto negro que a veces se me mueve y se apalanca, y me hinca más aún el trozo de metralla cristalina que me lacera -a veces- el corazón. Y ahora pierde la dureza volcánica y se torna muelle y arrugada como una ciruela pasa de California (¿te estarás pasando, Werther?). Sí.
ResponderEliminarEs por la "Danza del fuego", Werther querido, por lo que se te espachurra la ciruela cardiaca?
EliminarNo, no es por eso, donna Sole. Pero hablaban de fuego y uno tiene sus cosas de bombero, do you know?
ResponderEliminarOf course, darling
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