Mañana de sábado. Mi consabido segundo café con prensa en la Plaza de Olavide, la cafetería de siempre donde me sirven la comanda sin preguntarme qué deseo, esta vez refugiada en el interior pese a la mañana radiante, convaleciente de una gripe que me mantiene gangosa y frágil.
Los suplementos culturales de los periódicos (puntualizo: de El Mundo y El País; el Cultural de ABC me lo guarda mi madre y no lo recogeré hasta dentro de unos días) hacen balance de los más importantes eventos del 2013, y elaboran una lista (qué bueno el artículo de Enrique Lynch, El arte de pensar haciendo listas, publicado en Babelia: "Un escriba memorioso habita en nosotros, de modo que hacer listas, más que una afición o, dado el caso, el síntoma de una no asumida neurosis obsesiva, sirve para que la memoria se pruebe a sí misma y -a veces- para descubrir qué es lo que amamos u odiamos, o necesitamos; o simplemente para saber lo que de verdad nos importa"). Y coinciden en elegir como mejor novela del año En la orilla, de Rafael Chirbes. Como no he leído ni siquiera los títulos que los críticos han saludado con vítores y alharacas durante 2013, soy incapaz de decidir si es o no la mejor, pero sí puedo afirmar, y así os lo manifesté en su momento, que es una de las mejores novelas de autor vivo que he leído en mucho tiempo. En la orilla me descubrió a Chirbes, y tras ella fueron cayendo el resto de sus novelas. Una obra monumental, desde mi punto de vista merecedora de los máximos galardones de la literatura en castellano. Veremos el Premio Nacional de Narrativa, incluso el Cervantes, por quién se decantarán en el 2014.
La coincidencia entre ambos periódicos no acaba aquí: Intemperie, de Jesús Carrasco; Las reputaciones, de Juan Gabriel Vásquez; Técnicas de iluminación, de Eloy Tizón; El héroe discreto, de Vargas Llosa; Daniela Astor y la caja negra, de Marta Sanz. Me empiezo a remover, inquieta, en mi asiento. No he leído ninguno. ¿Puedo estar perdiéndome alguna joya? Los críticos de El País colocan en segundo lugar, tras la novela de Chirbes, Limónov, de Emmanuel Carrère. Tampoco la he leído. Ni Canadá, de Richard Ford ( al menos esta la tengo, esperándome apilada entre otros, sobre la mesa); ni 14, de Jean Echenoz. ¿A qué me he dedicado yo este año?
Y llego a Inventarios, el artículo semanal de la tercera de Babelia firmada por Muñoz Molina. Y leo: "Pero también sospecha que, igual que hay demasiado de todo en cualquier ámbito del comercio y del consumo, también lo hay en estos mundos en apariencia más espirituales de las artes y los libros, y que la multiplicación abrumadora de la novedad puede llevar más al aturdimiento y a la ansiedad que al disfrute provechoso". Y más adelante se pregunta "cómo se aprende a marcar limitaciones juiciosas, a contener apetencias irresistibles que tienen en el fondo un arraigo infantil". No tengo idea, solo sé que voy acumulando libros que no tengo tiempo de leer, porque la vida de afuera también tiene sus exigencias. En fin, siempre estoy en las mismas.
Por si te sirve, en 2013 he leído 43 libros, pero tengo tal cantidad de lecturas en "cola de espera" que me siento agobiado y hasta "mala persona" por no cumplir con una extraña y ridícula obligación que me he impuesto de leer mucho.
ResponderEliminarEl caso es que leo y leo y nunca llego. Pero además de leer, hago gimnasia de mantenimiento, escribo lo que puedo (este año he publicado un libro electrónico y dos colaboraciones en libros colectivos) y no puedo abandonar la Alhambra o el Albayzín, sitios que si no visito en un par de semanas me entra mono...
¿Para esto me he jubilado yo?
Saludos y un buen año lector, al margen de lo que digna las listas.
AG
No sabes cómo te comprendo, esto es un sinvivir. Esta ansiedad por que nada se escape, por que ni un átomo de felicidad pase de largo no es buena consejera, lo sé. Pasan los años y yo no aprendo nada. Aunque, desde otra perspectiva, denota que no nos hemos apeado de la vida, que aún deseamos exprimirle hasta la última gota de néctar, verdad? En fin, quizá un día alcancemos un equilibrio reparador. Un abrazo, Alberto. Gracias por visitar esta tu casa, y muy Feliz Año.
EliminarCuando era joven, hacía un poco eso, acumulaba libros como un Diogenes, leiá con ansiedad y sobre todo compraba mas que leía. Todo terminó cuando conocí a Josep. Entonces descubrí que la vida deseada no solo estaba en los libros y crucé por un desierto de lecturas que me desintoxicó y que duró varios años. Tras esa metamorfosis, voy volviendo a la lectura pero si el ansia culpable. Ahora leo lo que me apetece en cada momento sin acumular ni obligarme. Ya no me hago fichas de lecturas y lo mas fuerte, estoy regalando mi biblioteca (cerca de mil volumenes) al pueblo. Y de la limpieza solo se salvan unos pocos por motivos afectivos y unos cuantos que en su dia compré y nunca llegué a leer. Y sin remordimientos. Un beso.
ResponderEliminarEl secreto está en poner un Josep en mi vida. El problema es que los Josep con los que la he compartido tenían la misma pulsión que yo. Dios los cría y ellos se juntan. Eres un afortunado. Besos, guapo
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