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martes, 10 de diciembre de 2013

"Relámpagos de El Roto", por Antonio Muñoz Molina

El Roto es un poeta satírico que hace un epigrama diario, un poeta ensimismado y observador del mundo que dibuja cada día un haiku visual, un panfletario que madruga para que cada mañana aparezca pegada por las paredes del periódico la tinta fresca de un pasquín incendiario, un francotirador que cada día dispara un solo tiro que da siempre en la diana. El Roto hace sus dibujos tan diariamente y tan solitariamente como hacía sus poemas Emily Dickinson, o como Giorgio Morandi dibujaba o pintaba sus frascos, vasos, tarros y botellas, y cada día se las arregla para ser tan él mismo que sería imposible confundirlo con nadie más, y también para ser sorprendente. Pero a diferencia de Morandi y de Dickinson El Roto trabaja sometido a los imperativos, las limitaciones y los plazos de la publicación en el periódico, con una disciplina de artesano que excluye por necesidad las celebradas veleidades del artista. Ha de ajustarse a un cierto formato, a un uso mínimo o nulo del color, a una austeridad de dibujo que permita la reproducción fácil en el papel y en la tinta del periódico. Y además ha de permanecer atento a lo que sucede cada día, porque aparte de poemas, de sátiras, de haikus, de panfletos, sus viñetas son crónicas y comentarios del presente, y él tiene el talento de acertar en el pulso de lo inmediato y al mismo tiempo darle la intemporalidad de lo que seguirá siendo relevante cuando pasen los años. Cada dibujo de El Roto está hecho con tal precisión de trazo, y cada texto es tan sintético, tan lleno de rabia, de sarcasmo, de agudeza poética y política, que parecen la destilación última de un largo proceso de concentración. Pero El Roto dibuja al ritmo de una viñeta diaria, y habrá una hora límite a la que sin remedio tendrá que haber enviado el dibujo, como un columnista de columna diaria, o como aquellos músicos de jazz que se ganaban la vida en los años treinta acompañando bailes de un minuto exacto, porque ese era el tiempo concedido por los diez céntimos del billete que compraban los clientes para bailar con las chicas. Duke Ellington, que compuso tantas obras maestras bajo la máxima presión de las giras, los ensayos y las grabaciones, decía: “I don’t need time; I need a deadline”. Como Ellington, lo que El Roto parece necesitar para completar un dibujo no es el tiempo indeterminado de la inspiración, sino el plazo urgente de la entrega.


No falla nunca, y nunca deja de ser admirable. Cada día hay una nueva descarga eléctrica, un fogonazo igual de vívido de claridad, un golpe de risa que revela lo grotesco o lo ridículo o lo inmundo debajo de las proclamas solemnes o de las sinrazones o las estupideces que por repetirse tanto ya nos parecen normales. El Roto, literalmente, no deja títere con cabeza, y además nos hace ver hasta qué punto son títeres los figurones y los figurantes de la actualidad diaria, y qué semblantes de capricho de Goya o caricatura de Grosz o pintura negra se esconden debajo de las máscaras sonrientes de la publicidad política —en la política ya queda muy poco que no sea publicidad— y las informaciones financieras.
(...)

Os ofrezco el arranque del artículo dedicado a El Roto que firma Antonio Muñoz Molina en la última entrega de Babelia, el suplemento cultural de el diario El País. En el link lo encontrareis completo.

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