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lunes, 3 de junio de 2013

Dalí. Todas las sugestiones poéticas y todas las posibilidades plásticas

Hace unos días os hablaba de la exposición dedicada a Salvador Dalí que se puede visitar en el Museo Reina Sofía hasta el mes de septiembre, a la que llevé a mi nieto y un amigo de su edad (nueve años), y de la que volvieron entusiasmados. Respondiendo sus preguntas pero, sobre todo, escuchando sus opiniones, pasé un rato fantástico. He seleccionado para Mi casa sus obras preferidas, y en esta segunda entrega abro con el cuadro que más les impresionó, cuyo significado entendieron perfectamente al leer su título, Construcción blanda con judías hervidas. ( Premonición de la guerra civil), un óleo sobre lienzo pintado en 1936. A mi nieto le recordó Los fusilamientos del 2 de mayo y el Duelo a garrotazos, de Goya. Genialidades infantiles.













El subtítulo de la muestra es Todas las sugestiones poéticas y todas las posibilidades plásticas, procedente de su artículo "San Sebastián", publicado en 1927, y que supone su manifiesto artístico, sintetiza perfectamente, a mi modo de ver, la cualidad fundamental de esta exposición. Aquí nos encontramos al Dalí polifacético, al pintor, al escultor, al literato, al dibujante. Nos encontramos con el Dalí más iconoclasta, el Dalí de Los putrefactos, amigo de Lorca, libro del que os hablé en una entrada anterior. El de la Residencia de Estudiantes, cuyo rastro busqué por la institución, y que también traje a Mi casa.












A la derecha podéis ver uno de sus dibujos de aquella época, dedicado a Pepín Bello. También el amigo de Buñuel, coartífice de El perro andaluz (la película surrealista por antonomasia, concebida a partir de un sueño de Dalí, en el que veía hormigas, y otro de Buñuel, en el cual una navaja seccionaba un ojo). El que, junto con Man Ray, creó el Retrato de Joella que veis abajo a la izquierda, óleo y pintura al agua sobre escayola. El Dalí de los happening y los performances. De todo ello da cuenta la exposición.












También se muestra, para disfrute de los niños, el corto de animación que realizó con Walt Disney en 1945 y que no llegó a estrenarse hasta 2003. Una exposición espléndida que merece la pena visitar.



4 comentarios:

  1. F. (pescando cefalópodos entre peñas de granito)5 de junio de 2013, 0:49

    No sé qué misterioso nexo enlaza mi emerger de la mar y el ritual orgiástico que se desencadena cuando llego a casa, entro en la cocina y me recibe mi amada, exultante y contenida a un tiempo. Me llama su Neptuno y le susurro al oído que ella es mi Nereida...
    Y entonces nos acomete un frenesí
    demoníaco y comezamos a golpear con furia a los pulpos contra el fregadero de mármol. Y así por media hora o más, hasta que quedan blandos y apelmazados.
    Luego hacemos el amor en la bañera y el agua rebosa y moja el mosaico y las esteras...
    Al día siguiente nos hartamos de pulpo a feira.
    Y el martes siguiente, otra vez mi llegar con el cinturón de pulpos, Neptuno yo, ella Nereida. El frenesí, el amor, el agua que desborda la bañera...

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    1. Jajajaja, eres total, Neptuno, me tienes fascinada. Solo lo siento por esos pobres pulpos, tan vapuleados, y me hago cargo que vuestra extrema juventud es la responsable de que podáis entregaros al frenesí amatorio tras el frenesí homicida. Yo me hubiera quedado para el arrastre. Jajajaja. Enhorabuena, y a ello. Un abrazo

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  2. Federico (aterrizando)6 de junio de 2013, 15:41

    No soy joven, mi Sol. Estoy a esa altura de la vida en que cumplir años es sentir cómo se te clavan en la espalda los malditos dardos de Cronos. El dos de julio es mi cumple y espero la inminente caída de la hoja del calendario tal que si fuese la de la guillotina abatiéndose sobre mi cuello.
    La semana pasada no vi pulpos en la costa. Pero sí un hermoso lagarto verde (tendría cuarenta centímetros lo menos) tomando el sol en la tarima costera de una playa de A Guarda, allí donde el estruendo de la rompiente marina me acariciaba el oído, porque, pese al sol, había marejada y un ventarrón del nordeste se empeñaba en pasar página en el libro de cuentos de Miguel Torga que estaba leyendo (si te fijas en el cuadro de C. David de al lado, te harás una idea aproximada de mi actitud en aquel momento, pero has de sustituir el bastón romántico por el libro de relatos). Al acercarme, el bicho hizo un quiebro y se ocultó bajo la madera. Muy bonito.
    Enfrente, veía los arenales de Praya de Áncora y, en la desmbocadura del río, el islote portugués con su Forte da Ínsua, vigilando de reojo a los belicosos y poco fiables españoles.
    No pesqué pulpos, Sol; tampoco hubo aquelarre. Sí me entretuve, hasta altas horas, viendo al buen pueblo guardés afanarse toda la noche en tapizar de pétalos de flores las calles del casco antiguo, por las que al día siguiente habría de transitar la procesión del Corpus. Era algo estimulante y conmovedor ver trabajar a tres generaciones en aquel empeño (Dios, que buenos vasallos si hobiese fin más razonable...). Y así fue: a la mañana siguiente -ni siquiera fue dado que el tapiz floral durara hasta la tarde- la comitiva endomingada recorría a paso solemne el itinerario florido, que desprendía un efluvio aromático muy agradable al ser hollado por los zapatones procesionales.
    Con el pulpo topé más tarde (y aínda con alguna cosiña mais). Si algo desbordó, si algo tuvo que ver con un exceso, fue la botella de albariño que trasegamos ambos dos.
    Volvimos al hotel, recosteme, hogueme en la lectura y no hubo más.
    Flores te hubiese traído, Sol, crustáceos no, que no aguantan el relente. Confórmate con estas líneas de sesgo tan distinto a las anteriores. Hoy toca regresar al suelo; ha vuelto a encapotarse el cielo y empieza a llover.
    Besos, Sol. Te recuerdo, Amanda.

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    1. Vaya por dios, cómo lo siento, con lo bien que sientan las explosiones orgiásticas de vez en cuando... Pero tampoco está mal un dulce y plácido fin de semana gallego. Mi añoranza norteña es eterna. En julio me saciaré de Asturias. Eso espero.
      Te he dicho ya lo que me gusta leerte? Muchos besos

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