Gowin dirige su mirada hacia lo más próximo, hacia lo cotidiano. Comenzando por su mujer, a la que va fotografiando en diferentes momentos, a la que vemos envejecer ante nuestros ojos. La vemos veinteañera, un rostro bello pero imperfecto, una nuca casi infantil; luego su hermoso cuerpo deformado por la gravidez; acompañada por sus hijos y sus vecinos, espléndida en su madurez.
Reconoce Gowin que, a través de estas imágenes, ha querido homenajear a su familia y sus raíces, la granja, el modo de vida que heredó de sus mayores. Para hallar la belleza no hace falta ir muy lejos, basta con observar nuestro entorno y transmitir ese amor. Me conmueven sus fotografías. A Gowin le gustaba especialmente un poema de Wendell Berry, Canción de amor del granjero loco. Dice así:
Cuando el mundo esté en paz
y todos los hombres sean libres
bajaré hasta mi amor
Y tal vez baje
varias veces antes de eso.
Preciosas y llenas de sensibilidad, probablemente tambien de amor. Un beso, amiga.
ResponderEliminarA mi me encantó, yo creo que tí la habrías disfrutado aún más que yo. Su capacidad para extraer belleza de la sencillez es conmovedora, aunque sí puedo adivinar el enorme dominio técnico que se esconde detrás de tanta naturalidad. Un mago. Muchos besos
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