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jueves, 19 de septiembre de 2013
Relaxing cup of café con leche, please
Es el segundo bar que encuentro en mi barrio anunciando el afamado Relaxing cup of café con leche de nuestra insigne alcaldesa Ana Botella, que tuvo a bien hacer el más espantoso de los ridículos en Buenos Aires. Si no hubieran estado ya para entonces las cartas repartidas, su sin par discurso habría disuadido a los miembros del Comité de elegir a Madrid ni como coto de caza de gambusinos. Un pueblo con semejante regidora no parece muy de fiar, no. Y en esas estamos.
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No creo recordar a un político/a en actitud más vergonzosa que la referida de Ana Botella. En mi opinión ofendió tanto por su pésimo inglés, al que no tenía ninguna necesidad de recurrir, como por el aire que le dio de niña pizpireta y sabelotodo. Sólo le faltó comparecer con minifaldita escocesa plisada, el pelo en dos colas con sendos lazos zapateros y grandes pecas en la cara.
ResponderEliminarSiempre nos quedará esta tu Casa. Mil besos, reina del mundo.
En manos de qué gente estamos, José. No quiero creer que estos sean los políticos que nos merecemos, pero el hecho es que tienen mayoría absoluta, así que debe ser. La tentación de vivir al margen es enorme, pero creo que debemos involucrarnos y echarlos cuanto antes. En fin, un horror. Muchos besos, cielo
EliminarHola, Sol Pau.
ResponderEliminarEste discurso es de Sebastian Coe para los Juegos Olímpicos del Reino Unido, lleno de contenido, pero breve y lleno de emoción, vamos igualito:
“Señor Presidente, Señor Presidente Honorario Vitalicio, Miembros del Comité Olímpico Internacional. Yo estoy aquí por razón de los valores inspiracionales del Movimiento Olímpico.
Cuando yo tenía 12 años, más o menos la misma edad que Amber, fuí a un gran salón de la escuela con mis compañeros de clase. Allí nos sentamos frente a una vieja televisión en blanco y negro. Y allí vimos imágenes, con no mucha definición, de aquellos Juegos Olímpicos de México. Dos atletas de mi ciudad natal competían.
John Sherwood ganó una medalla de bronze en los 400 metros vallas. Su esposa Sheila perdió por muy poco el oro en salto de longitud.
Ese día se abrió una nueva ventana para mí. En el intervalo de tiempo que tardé en volver a la clase yo ya sabía lo que quería hacer. Y dónde quería estar.
La siguiente semana hice una cola de horas tan solo para asistir al retorno de los Sherwoods y ver en persona algo del brillo de sus medallas.
Mi viaje hasta aquí, hasta Singapur, empezó en aquel colegio. Y continúa hoy. Un viaje a través de lo maravilloso y un viaje a través de la gratitud.
Gratitud hacia esas parpadeantes imágenes televisadas de los Sherwoods, y de Wolde, y de Gammoudi, y de Doubell o Hines…que me arrastraron hacia toda una vida vinculada a la más poderosa de las celebraciones del género humano: el deporte olímpico.
Y esta gratitud me lleva a mí y a mi equipo, a hacer todo lo posible para inspirar a esta juventud hacia la elección del deporte. Quien quiera que sea esa juventud. Donde quiera que viva. Y sean cuáles sean sus creencias.
Hoy, esa tarea no es nada sencilla. Hoy los jóvenes viven en un mundo de mensajes contradictorios y distracciones en conflicto. Sus perspectivas vitales son confusas. El camino hacia el deporte olímpico no es fácil. Pero este es un mundo que debemos entender y al que debemos responder.
Mis héroes eran los olímpicos. Pero los héroes de mis hijos cambian cada mes…
Y ellos son de los que pertenecen a la parte afortunada del mundo.
Millones de jóvenes se encuentran mucho peor, ante el gran obstáculo de los recursos limitados, y la consiguiente carencia de modelos a seguir.
En mis viajes a lo largo de los dos últimos años, hablando con muchos de ustedes, he tenido muchas conversaciones sobre la forma en la que debemos abordar este desafío. Y me he convencido, con satisfacción, de que compartimos ese elevado objetivo común en relación con el futuro del deporte.
Parte 1ª