Casi juicio final
Mi callejero no hacer nada vive y se suelta por la variedad de la noche.
La noche es una fiesta larga y sola.
En mi secreto corazón yo me justifico y ensalzo:
He atestiguado el mundo; he confesado la rareza del mundo.
He cantado lo eterno: la clara luna volvedora y las mejillas que apetece el querer.
He santificado con versos la ciudad que me ciñe: la infinitud del arrabal, los solares.
En pos del horizonte de las calles he soltado mis salmos y traen sabor de lejanía,
He dicho asombro de vivir, donde otros dicen solamente costumbre.
Frente a la canción de los tibios, encendí en ponientes mi voz, en todo amor y en el horror de la muerte.
A los antepasados de mi sangre y a los antepasados de mi espíritu sacrifiqué con versos.
He sido y soy.
He trabado en fuertes palabras ese mi pensativo sentir, que pudo haberse disipado en sola ternura.
El recuerdo de una antigua vileza vuelve a mi corazón.
Aún están a mi lado, sin embargo, las calles y la luna.
El agua sigue siendo dulce en mi boca y las estrofas no me niegan su gracia.
Siento el pavor de la belleza; ¿quién se atreverá a condenarme si esta gran luna de mi soledad me perdona?
Un saludo Sol Pau.
ResponderEliminarComo se nota toda una vida dedicada a la arquitectura de las palabras, esto se puede explicar con dos oraciones, pero ellos no, los grandes de la literatura son así, que maravilla de escritura. ¡viva la literatura!
Una belleza, sí. Qué disfrute, verdad? Un abrazo, Juan
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