No recuerdo haber disfrutado de temporadas teatrales tan abundantes en representaciones de calidad como la que durante estos años de crisis económica está disfrutando Madrid. No sé cómo lo estarán viviendo otras ciudades españolas, pero el mundo teatral madrileño se resiste a desaparecer, pese a los esfuerzos denodados del ministro Wert y su nefasta política cultural. Con presupuestos de miseria parece que se agudiza el ingenio y, apuntalada por una caterva de actores extraordinarios, se levantan espectáculos con apenas escenografía, en los que es su buen hacer, acompañado de textos solventes, lo que salva los espectáculos. Mínima inversión material, máxima dosis de talento.
Nuestro hermano, texto de Alejandro Melero y dirección de José Manuel Carrasco, se representa estos días en el Teatro Fernán Gómez de Madrid. Viene de La Casa de la Portera, un espacio teatral que me encanta y del que os he hablado en varias ocasiones. También el escenario de la sala pequeña del Fernán Gómez se presta a esta intimidad entre actores y público, una cercanía física que propicia un clima de verosimilitud y una comunicación que los grandes teatros dificultan.
Tres hermanos se reunen en la casa paterna tras la muerte de la madre. El varón, aquejado de una minusvalía psíquica, se convertirá en el objeto deseado de las dos mujeres para las que, en un primer momento, resultaba una carga, y mostrará un talento inimaginable. Afloran secretos familiares, afectos y rencores. Un trabajo muy solvente por parte de Cecilia Freire, Raquel Pérez y Javier Ruíz de Somavía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario