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jueves, 12 de septiembre de 2013

Gioconda Belli, "Esta nostalgia"

Esta nostalgia

Este sueño que vivo,
esta nostalgia con nombre y apellido,
este huracán encerrado tambaleando mis huesos,
lamentando su paso por mi sangre...
No puedo abandonar el tiempo y sus rincones,
el valle de mis días
está lleno de sombras innombrables,
voy a la soledad como alma en pena,
desacatada de todas las razones,
heroína de batallas perdidas,
de cántaros sin agua.
Me hundo en el cuerpo,
me desangro en las venas,
me bato contra el viento,
contra la piel que untada está a la mía.
Qué haré con mi castillo de fantasmas,
las estrellas fugaces que me cercan
mientras el sol deslumbra
y no puedo mirar más que su disco
-redondo y amarillo-
la estela de su oro lamiéndome las manos,
surcándome las noches,
desviviéndome,
haciéndome desastres...
Me entregaré a los huracanes
para pasar de lejos por esa luz ardiendo.

Estoy muriéndome de frío.

10 comentarios:

  1. Pcheeee...; estas cosas de Gioconda las pensamos muchos cuando apagamos la luz. Pero no lo verbalizamos así ni lo tenemos organizado en el pensiero con semejante donosura. Pero frío, no; en mi caso unos aretes de fuego que me marcan las órbitas de los ojos y una barahunda de pequeños duendes que se empeñan en masajearme el corazón. Pero a fuego lento, nunca en frío.
    Y hablando de calidez, en breve preparo la valija y me lanzo al Sur por unos días. Quiero ver el Dolmen de Menga, en Antequera. Y el reino nazarí. Y Ronda. No descarto volver a la Bahía y a Heré, como la pasada primavera. ¿Y si me atrevo y subo por la costa portuguesa? No son demasiados días, no sé... Pero primero le hago los honores a Toledo, la ciudad más fascinante de España, pese a haberme topado allí con la gente más antipática del secano celtibérico. Será por eso, digo por el secano.
    Bueno Soledad, habrá información puntual si regresamos vivos. No es broma; en setiembre del año pasado, va para un año a finales del mes, al regreso de un viaje a Aragón, me estrellé contra un camión-hormigonera y a punto estuve de quedar laminado (pero puede que ya te lo haya contado...); medio segundo fue determinante. Pero Apolo estaba de mi parte y ha permitido que sobreviva y que te esté acariciando la orejina.
    Y eso que en tu último mandado has sustituido los besos a que me tenías acostumbrado por un esterotipado y frío "abrazo fuerte", fortaleza que vas a permitirme cuestionar, no por el afecto del achuchón, sino por la fragilidad que presumo en tus brazos de concertista de Stradivarius.
    Besos, Sol.

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    1. Apollinaire querido, me gusta alternar los besos y los abrazos, pero de ambos te envío a esgaya. Hoy estoy contenta. He estado bailando una hora en el gimnasio, y bailar me coloca alas en el corazón. En realidad a eso tenía que haberme dedicado profesionalmente, pero entonces se consideraba, entre la gente "bien", algo poco serio, verdad? Lástima, aunque tampoco puedo quejarme. Creo haber disfrutado de lo que la vida me ofreció.
      Así que te vas a Andalucía. Qué gusto. Yo visitaré unos días nuestra tierra y, sin solución de continuidad, me iré a seguir los pasos de los etruscos por la preciosa Umbría italiana. Estoy muy ilusionada. Ya te contaré.
      Te envío un beso que te caliente, un poco más, el corazón.

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  2. Federico y Gil Román12 de septiembre de 2013, 15:59

    Jejejejeje... Perdona la insistencia, Sol (ya te he dicho que me adviertas si te anego el blog con el torrente de mis impulsivos comentarios); perdona pero al leer tus pinitos con la danza me acordé de una situación chocarrera que provoqué el año pasado, no en un gimnasio sino en una cancha de pádel.
    Resulta que estábamos un grupo de cursillistas dándole a la raqueta y unas chicas (muy monas por cierto) se fijaron en un niki blanco que llevaba puesto yo, porque tenía sobre el pectoral izquierdo el anagrama del Ballet Kirov de San Petersburgo (esta prenda me la había regalado una persona que trabajaba en un hotel londinense, en el cual se había hospedado la compañía rusa). Como tengo esas cosas tan así, se me ocurrió embromarlas sosteniendo muy serio que había sido bailarín (in illo témpore) del ballet de Moris Béjart, de Lausanne, y compañero de Gil Román, su actual director. Y que una lesión en los ligamentos de un pie (por huir del acoso de un bujarrón bielorruso, que me perseguía entre bambalinas, les dije) dio al traste con mi prometedora carrera. Mientras les metía la bola, tironeaba disimuladamente del elástico del pantalón del chándal para que se me ciñese en las ingles, a la par que tensaba musculito en el cuádriceps femoral y adoptaba esa postura tan usual entre los bailarines en descanso de apretar las pantorrillas, una contra otra, juntar los talones y separar las punteras de los pies.
    Como las observaba dubitativas, porque algo no cuadraba, me esforcé en caminar y correr tras la pelota de manera sui géneris, marcando los tiempos y apoyándome sobre las punteras.
    Me di cuenta de que, dado el aplomo (y al parecer, la solvencia) con que defendí mi patraña, las mozas tragaron el anzuelo. Pero me delató una sonrisa incontenible y hube de confesar lo falaz y artero que había sido.
    Otro beso, Sol.

    PD.- Es verdad, sin embargo, que vi bailar al Ballet Kirov, en el Liceu. No recuerdo el año pero creo que se hallaba en un palco Mariona Rebull y que unos anarquistas tiraron una bomba. Me empieza a fallar la memoria, querida mía. Ah, y cuéntame alguna cosa de tu vida, Madeleine.

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    1. Pocas cosas tan gratas como encontrarte por las habitaciones de Mi casa, así que no te cortes y visítame cuanto quieras.
      Me ha hecho sonreir tu anécdota. Te imagino sur le cou de pied y caminando dibujando glissades. Jajajaja.
      Qué disgusto me has dado con el asunto de la bomba. A dios gracias, vives para contarlo. Qué sola se habría quedado Madelaine!
      Querido mío, por este medio poco más puedo contarte de mí que las anécdotas con las que os martirizo de tanto en tanto. Quizá, en una próxima reencarnación, contemos con nuevas vías de contacto. Besos y abrazos

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  3. ¿Para el próximo Big Bang, o si no para el otro? Largo me lo fiáis, Madelaine...

    PS.- Madelaine o Madeleine (la febril obsesión de Scottie). Lo mismo da, da lo mismo.

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    1. Sí, me hago cargo. Lo mismo pensé yo cuando me emplazaste al final de los tiempos para mostrarme tu Tiresias. En esas estamos, Apollinaire querido. Aherrojados por la prudencia, virtud cardinal que me empecino en conquistar. Por cierto, el domingo, a las 7, representan Los nibelungos en el Campoamor. Te envío besos wagnerianos (ignoro como son, pero seguro que tienen un sonido magnífico)

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  4. Apollinaire y el sino13 de septiembre de 2013, 17:42

    Así son las cosas, Sol. Un día, por un extraño azar, buscando un dato sobre Xuan Bello, me hallé en el umbral de tu casa y..., y te juro que bendigo ese azar y el privilegio de tratarte. Me va a costar olvidarte, amiga mía.

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    1. Ni se te ocurra hacerlo. Qué atracción la tuya por las despedidas!! Yo prefiero saludarte todos los días y compartir contigo los rincones de Mi casa. Así que contén tus ímpetus suicidas y cuida a Madelaine, Apollinaire, de cerca si es posible. Y no me disgustes, que no tengo edad. Muchos besos

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  5. Federico en barricada14 de septiembre de 2013, 11:14

    No era una despedida, Madelaine, quizá la crónica de una muerte anunciada. Guillaume A. rehusó una visita de "ella" al pie del cajón de pino. Hizo bien; prefirió que lo recordara íntegro, con el parche metálico de la calota brillante y el bigote perfilado.
    A este tu Apollinaire, un amigo que sabe le detectó impulsos autodestructivos, pero jamás se pegaría un tiro: no sé si andará buscando que se lo peguen los demás. Amojor... Pero eso iba a ser distinto.
    Somos muy diferentes, Madelaine: tu vas a Oviedo a escuchar a Wagner desde el palco del Campoamor; yo he ido resién a Trascorrales a escuchar el verbo sosegado pero contundente de Gerardo Iglesias. Y a rendir homenaje a unos viejitos que resultan ser -ella y él- de lo poco que nos queda de los guerrilleros que se echaron al monte; ese monte que ya era entonces tan verde y frondoso como ahora pero que albergaba tragedias y actos de valentía indescriptibles. La "clase" nos separa, Madelaine. Y tú tienes mucha clase... Esto está que arde y otro cerco de Oviedo está servido. Sería patético que servidor requisara la farmacia de tus deudos; o que entrara en el casino donde tus primos gili se toman el gintónic y les pusiera unas palas en las manos y -¡venga!- a fortificar San Lázaro. Y que tú, debido a una de esas escapadas que haces a Vetusta, te hallaras esa tarde hojeando unos libros en Ojanguren. Y que ves a un adusto miliciano que entra por la puerta y que te mira con expresión indefinible, y que arroja el fusil al suelo y grita: !Ma Madeleine...!
    Lo que iba a seguir no lo quiero ni imaginar. Como fantasear no cuesta nada -y además en eso tengo unos cuantos masters- quiero pensar que te ibas a arrojar a mis brazos y que tu chanel iba a quedar tiznado de hollín (¿otra vez incendiada la biblioteca de la Universidad? Ni hablar). Y como lo mío es la novela porno y soy un tanto desmañado para el género romántico, prefiero hacer elipsis y que sea tu imaginación la que ponga el resto. Pero estoy seguro de que de besos íbamos a estar surtidos.
    Y así, mis convicciones ideológicas pudieran flaquear y, preso de tus encantos de burguesa encantadora, bien pudiera ser que me invadierse una flojera que tuviese como fatal desenlace que este paria se afiliara al...PSOE. Iba a ser un desastre que no iba a perdonarte nunca, porque tú habrías sido la causa de este abandono y de esta traición insufrible. Y como no quiero eso para ti, como quiero recordarte siempre como la mujer maravillosa que eres, pues que me tienta el desplante de Guillaume, que prefirió renunciar a su amada antes de que lo viese de aquellas trazas.
    Sí, tu eres una dulce burguesa y yo soy un rojo sin remedio.

    Besos, Madelaine.

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    1. Qué preciosa historia, Apollinaire querido, por nada del mundo me la pierdo. Sale mi tren hacia Oviedo y no debo perderlo, así que solo dos líneas para prometerte que nunca, nunca, nunca, haré que te afilies al PSOE. Te envío un beso

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