No sé cómo lo haces, pero siempre me pillas
desprevenido, inerme, con la guardia tan baja
que podrías robarme mis tesoros más íntimos
si te lo propusieras. Vienes de no sé dónde
de paso hacia ninguna parte, y me bombardeas
el alma con tus ojos, y no sé qué decirte
más que "me rindo", cosa que sirve de bien poco
porque en seguida, armada con el resto del cuerpo,
me envías una nueva andanada de bombas
y me das a entender que, en tu guerra-relámpago,
no hay cautivos que valgan y que sólo la muerte
saldará nuestra deuda, aunque sea una muerte
de amor y de deseo".
Luis Alberto de Cuenca
Precioso.
ResponderEliminarOhhhhh...¡Que booooooonitooo!
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