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martes, 24 de septiembre de 2013

Beethoven, la Orchestra del Magio Musicale Fiorentino y Zubin Mehta

Comienzo de lujo para la temporada de música del programa de Juventudes Musicales en el Auditorio de Madrid. La Orchestra del Maggio Musicale Fiorentino dirigida por Zubin Mehta, y un programa incontestable: la Sinfonía nº 6, Pastoral, y la Sinfonía nº 3, Heroica, de Beethoven. Casi dos horas de enorme placer.
Siempre resulta gozoso escuchar la dulce y apacible Pastoral, un remanso de paz. Parece ser que el campo despertaba en Beethoven alegría y sosiego, un sentimiento romántico de la Naturaleza que la Sinfonía recoge a la perfección. La disfruté enormemente. Pero lo mejor llegó con la tercera. Dice Andrés Ruiz Tarazona en el programa del concierto que "la Heroica es un canto a los ideales humanitarios propugnados por la Revolución Francesa que, en principio, vio su autor encarnados en Napoleón, pero es también la primera gran música romántica de contenido subjetivo". A mi me emocionó, me mantuvo en vilo presagiando cada movimiento. Mehta se volcó en esta Sinfonía, otorgándole una profundidad y solemnidad que despertaron los aplausos más encendidos de la tarde.

Os dejo con ella:

8 comentarios:

  1. Soledad:
    A los compases de ESA marcha fúnebre se entierra a los héroes y a ciertos malditos con posibles. Si el músico prodigioso apuñaló la partitura porque halló pequeño y traidor al gran hombre, ¿qué pensaría del uso indiscriminado que se hace de esta música portentosa?
    Pienso que yo sería merecedor de semejante acompañamiento musical el día de mi cese. Sí, creo que soy un héroe modesto y vergonzante. Lo soy por cosas que no digo. O sí que digo. Un buitre me picotea el hígado los fines de semana y después tengo el cuajo de arrojarme al mar y casi siempre rescato a un suicida que, aterido, se abraza a mí y no me suelta en varios meses. Así que tengo que bregar con una criatura a mis espaldas, que me cruza los antebrazos delante del bocado de Adán y que me clava las uñas en las axilas y que me muerde en la nuca con desespero. Siempre a mis espaldas, apenas tengo una idea de cual sea su fisonomía. Y una madrugada deshace el lazo que nos une y huye sigilosa escaleras abajo, desnuda y quizá deshecha en llanto.
    Tengo el pálpito de que algunas de esa madrugadas, saciado el buitre de foie, cuando me arrojo otra vez al mar, es la misma criatura suicida la que rescato anudada a mi pecho y a mi cuello. Alguna vez he estado a punto de que nos hundiéramos ambos y que pereciésemos. Pero siempre -hasta hoy- he salido a flote. Con mi coraje y su desvalimiento, que me abraza y me clava las uñas en la carne.
    Pero, bien pensado, si no me traga el mar en un rescate, tengo decidido que me incineren. Y entonces me pido un concerto grosso cualquiera de Händel. O los Reales Fuegos Artificiales mismamente.
    With love.

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    1. Nunca me cupo duda de tu espíritu heróico, Apollinaire querido. Yo estos días me solazo entre Giotto, Fra Angelico y Piero de la Francesca, recorriendo las tierras de Umbria con pequeñas avanzadillas a la Toscana, absolutamente maravillada. Te escribo apuntando con un dedo en el teclado del móvil. Y te envío soleados besos

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  2. Bene, sole mío. Cuando regreses hablaremos largo y tendido: yo, del alma de nardo del musulmán español, del dolmen de Menga, de cómo dí en Roma -sin buscarla- con la tumba de Fra Angélico. Tú, seguro que de los frescos de Giotto, a punto de irse al suelo a causa de un terremoto (yo los vi después de restaurados); de lo mucho que les queda por aprender de nuestros montes a las modestas colinas toscanas; de la peculiar forma de la nariz de los nativos...
    Te agradezco que hayas fatigado el dedín dándole a las teclas de un celular, tan diminutas y engorrosas comos suelen ser. Sole, mio...
    Venti-quattro mila baci.

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    1. Cuánta maravilla, Apollinaire!!! En Italia la belleza se distribuye por igual entre basílicas y capillas, ciudades y aldeas. Si Rafael te emociona viene Perugino a conmocionarte. Y Pinturichio... Las dulces colinas umbras, todas coronadas por roccas y torres; los bosques; los campos de girasoles. Camino de la mañana a la noche, fascinada. Spoletto, Arezzo, Asis, Perugia, Bevagna, Spello, Montefalco... Mañana, el Lazio. Y Ravena y Bolonia. Estoy de peregrinación. Hoy he descubierto una Santa Cecilia tocando una espineta de Orazio Gentilleschi, padre de Artemisia, a la que adoro por muchos motivos. Y bailé un rock al son de una guitarra y un coro de voces femeninas en plena Plaza Grande de Perugia. Divertidísimo. Te seguiré contando. Luego, a mi vuelta, necesitaré media vida para llevarlo a Mi casa.
      Demasiado placer para mi cuerpo. Besos y besos y besos y besos.

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  3. Hummmmm... Tantos baci me mueven a reflexionar sobre su ley y contundencia. Hoy se besa hasta al cartero. Hay inflación de besos. Apollinaire es desconfiado con las mujeres de boca de corazón: son las menos de fiar.
    Él sí lo es y te manda -sólo- uno.

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  4. Deduzco, pues, que tus venticuatro mil besos eran de pantomima, no así los míos. Cuatro humildes y confiados ósculos. Hombres! Me consolarè con la magia de Bomarzo y el amor del duque Orsini. Hoy voy a cotillear las casas de los etruscos. Te envío un solitario baci

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  5. Pero Sole; quien te ofrecía los venti-quattro mila era YO, Federico (y a fe mía que me he quedado corto). Lo que no es contradictorio con que te haya prevenido de lo recatado, pudibundo e inseguro que es Apollinaire en las cosas del queré. Porque dar baci, baci, baci, baci -dice él- solo se debiera hacer en aquella sublime coyuntura... Por eso sostiene que, dada la actual inflación... desconfía de que detrás de los tuyos no haya otra cosa que las albricias que se dan al cartero , o una condescendencia que se tiene en día de buen rollo. Y para eso le basta con uno.
    Este hombretón es cándido e hipersensible y se defiende: estoy seguro de que le encantaría que le enterraras una montaña de baci. Pero, ¿qué digo? ¿Acaso soy el guardián de mi hermano?
    ¡Ah, Bomarzo...! Cúanto disfruté leyendo, en su día, la novela homónima de Mújica Laínez... Me fascinaba la idea de perderme una noche de verano en aquella espesura que el delicado pero marchito Pier Francesco hizo construir en Viterbo. Ya me contarás si no estás enfadada conmigo, porque hayas entendido que a alguno de los DOS nos sobra el más leve de tus baci divinos.
    Trenta-quattro mila baci.

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    1. Creo que te aventuras si crees conocer a Apollinaire mas que su Madeleine. Su sed de besos es insaciable, y ella procura que siempre se sienta satisfecho.
      Ha cambiado el tiempo y Viterbo me despide ventoso y encapotado. Me ha enamorado la tierra de los estruscos, con sus tumulos y bellisimos frescos. Esta noche de nuevo en Madrid; ya empiezo a nostalgiar Italia. No quiero volver. Estoy un poco triste. Un beso

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