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sábado, 28 de enero de 2012

Arquitecturas pintadas, en el Thyssen


"Son muchos los que han oído hablar de las Siete Maravillas del Mundo, por la fama que tienen, pero son pocos los que las han visto en persona. Es preciso realizar un largo viaje hasta Persia cruzando el Eúfrates, visitar Egipto y luego Grecia, ir a la Caria y a Halicarnaso, navegar hasta Rodas y luego hasta Éfeso. Solo tras agotadores viajes por el mundo entero conseguimos satisfacer nuestro deseo, cuando ya los años y la vida se nos van acabando. Por ello el de la cultura es un don enorme y maravilloso que libra al ser humano de la necesidad de desplazarse y le enseña, en su propia casa, las bellezas de la tierra, poniéndole ojos al alma", escribía Filón de Bizancio, según se recoge en el catálogo de la exposición Arquitecturas pintadas, en el Museo Thyssen de Madrid. "Las maravillas son por lo tanto una realidad que hay que ver sobre todo con los ojos del alma, mediante un procedimiento especulativo; los propios términos que la designan reunen las actividades de ver, admirar y especular: mirabilia, miracula, speculata", afirman Marcello Fagiolo y María Luisa Madonna en el catálogo.


La exposición me entusiasmó, tanto la obra expuesta en la sede del museo como la colgada en las salas de la Fundación Caja Madrid. La mayor parte de estos cuadros poseen un algo onírico que dispara la imaginación, y en muchos casos una carga literaria que a mí siempre me estimula. A la belleza intrínseca de los óleos se suma lo sugerente de la temática: Arquitectura y ciudades legendarias. Arriba, La Torre de Babel, firmada en 1595 por Lucas van Valckenborch, un tema recurrente en el arte que simboliza la arrogancia y estupidez humana. Van Valckenborch se vio influenciado en el diseño de su torre por Pieter Bruegel el Viejo, quien había ideado un modelo de torre basado en el Coliseo romano, elevando su estructura circular con arcadas en pisos sucesivos, tal como veis sobre estas líneas.














El Mausoleo de Halicarnaso, atribuido a Louis de Caulery, forma parte de la serie Las Maravillas del Mundo que se pueden contemplar en el Palacio de Aranjuez de Madrid, una colección de pintura reunida por Carlos IV para decorar la Real Casa del Labrador entre los años 1804 y 1808. También forman parte de la colección Las Murallas de Babilonia, Las Pirámides de Egipto, El Faro de Alejandría, el Templo de Zeus en Olimpia y el Coliseo de Roma, así como El Monasterio de El Escorial, que sustituyó en este peculiar ranking a El Templo de Artemisa en Éfeso. El Mausoleo de Halicarnaso, que os muestro arriba a la izquierda, fue un monumento funerario de mármol blanco construido en torno al 350 a.d.C. por Artemisia en honor a su esposo Mausolo, rey de Caria. En el cuadro puede apreciarse en primer término a la reina dirigiendo las obras. A la derecha, Semíramis ante la ciudad de Babilonia, de Marten van Valckenborch, en la que podemos ver a la reina Semíramis sobre un caballo blanco enfrentándose a un león ante las puertas de la ciudad asiria. Según la leyenda la reina fue abandonada de niña en el desierto donde fue cuidada por pastores y palomas. Más tarde se desposó con Nino, al que mandó asesinar para hacerse con el poder y conquistar vastos territorios en Asia. Guerrera y gobernante, a ella se debe el auge y embellecimiento de Babilonia.













Tras las maravillas del mundo, Arquitecturas imaginarias y fantásticas. Me entusiasman estos escenarios irreales, ciudades levantadas en la imaginación de los artistas. A la izquierda, Gran pórtico con estatuas, óleo sobre lienzo de François de Nomé, realizado entre 1617 y 1621. Como podéis comprobar, esta pintura fantástica es puro anacronismo, pero posee un halo de grandiosidad y misterio que me encanta. A ambos lados del pórtico, dos edificios de estilos muy diferentes: el de la derecha clásico, con tres estatuas que representan a Sansón vestido de romano, a Josué de lansquenete y a un tercer personaje sin identificar. A la derecha, un baldaquino gótico soportado por columnas salomónicas que recuerdan los sepulcros napolitanos de los Anjou. En la parte inferior, estatuas de tamaño natural que probablemente representan personajes del antiguo Testamento. En el cuadro de la derecha, Capricho arquitectónico con Moisés salvado de las aguas, de Francisco Gutiérrez Cabello, se relata el suceso bíblico entre los muelles y construcciones de una grandiosa ciudad imaginaria. Según apuntan los expertos, el puente que se ve a lo lejos es el madrileño Puente de Segovia.











La poética de las ruinas. A la izquierda, Claude Joseph Vernet compuso entre 1740 y 1743 este precioso óleo sobre lienzo, Vista de un puerto del Mediterráneo, los perfiles de una ciudad de la época dibujándose entre un faro y las ruinas de un templo clásico al atardecer, me recuerdan los cuadros de un pintor al que adoro, Claudio de Lorena, cuya obra he traído a "Mi casa" en otras ocasiones. Alessandro Magnasco firmó entre 1710 y 1720 Descanso de los bandidos, el óleo que veis a la derecha. Las ruinas como telón de fondo de una escena con un cierto aire teatral, ruinas inverosímiles pero con un innegable encanto.

2 comentarios:

  1. Hola, siempre es grato darme una vuelta por aquí. Saludos desde México. Me encanta tu blog :) Cuando tenga un ratito pondré un vínculo en Letranías para haya un puente entre tu espacio y el mío. Un abrazo con alegría de sábado. Addy

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  2. Y a mi el tuyo, Addy, por el que me paseo a menudo. Buen sábado y un fuerte abrazo

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