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miércoles, 18 de enero de 2012

Es invierno en el Jardín Botánico


Deambulo por el Jardín Botánico una mañana madrileña transparente y luminosa. La supuesta aspereza del invierno me abriga dulcemente, siempre he sentido como un esponjamiento interior cuando hace más frío y los árboles muestran su desnudez. La vida se ralentiza, nada disturba la quietud cuando haces un paréntesis y te apartas del ruido.













El Jardín está casi desierto, solo algún turista y un par de fotógrafos me distraen unos minutos. Me distraen de nada, porque solo me dedico a caminar sin rumbo, abstraída, vagando entre las redes que las ramas dibujan en el cielo. Ninguna obra de arte como estas formas caprichosas, nada tan sugerente como la infinidad de tonos ocres, cobrizos, verdosos que me rodean. Qué placer.


















Me siento en un banco de piedra al sol. Cierro los ojos. Huele a hojas muertas, un aroma levemente putrefacto, dulce, lejos de los intensos olores del verano. Un suave rumor me hace abrir los ojos y veo acercarse a un hombre mayor, casi un anciano, apoyándose ligeramente en un bastón, alto, delgado, con un gabán marrón y un sombrero negro que ensombrece su rostro. Me vienen a la memoria de repente unos versos ya casi olvidados (cuando vuelvo a casa Google me recuerda que fueron escritos por Antonio Machado): "Te he visto, por el parque ceniciento que los poetas aman/para llorar, como una noble sombra/ vagar, envuelto en tu levita larga." Pienso en mi padre y su imagen me exprime el corazón, hasta que recuerdo que él ahora vive entre besos y mimos, y es feliz. Al menos eso quiero creer.














Al pasar a mi lado me mira furtivamente y sigue su camino. Me tienta la idea de seguirle, pero un inesperado respeto a su intimidad me lo impide. Me gustaría saber si se siente querido, si alguien le acompaña, si tiene miedo. Veo su silueta alejarse. Me levanto y camino en dirección contraria. La vejez no tiene por qué ser triste, me repito, puede vivirse con la misma plenitud y alegría que la madurez. Pero un velo melancólico ha envuelto la mañana. Camino hacia la salida, hacia ruido. La vida bulle fuera.

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