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miércoles, 11 de enero de 2012

El Romanticismo ruso en época de Pushkin


Deliciosa exposición la que, en este año de colaboración hispano-rusa, nos han traído al Museo del Romanticismo de Madrid, dedicada al romanticismo ruso en la época de Pushkin. Una colección de pequeños cuadros colocados muy juntos en las paredes de una pequeña sala, lo que abunda en la sensación de intimidad, de habernos colado en el salón de una mansión del San Petersburgo del XIX. Y para ir recreando la atmósfera, abre la exposición un poema de Pushkin que ya os ofrecí en una entrada anterior.














Aunque el Romanticismo ruso se ve muy influenciado por la cultura francesa, italiana y alemana, posee un sello característico que se manifiesta en todas sus actividades artísticas. Como es propio del carácter ruso (tan próximo al español, por otra parte), se conjugan una energía, pasión y orgullo patrio con una melancolía, soledad e indefensión que tiñe tanto la literatura como las artes plásticas. Y quien mejor simboliza todo ello es, sin duda, Alexandr Pushkin, que supone el epicentro de una nueva concepción del hombre y del mundo.



















Respecto a la pintura los artistas se decantan por los paisajes, consecuencia del amor a la naturaleza característica del Romanticismo (arriba, a la derecha, Odessa al claro de luna, de Aivazovski, uno de los pintores de marinas más afamados de Rusia), las escenas de la vida cotidiana ( a la izquierda Interior de una sala de estar, de autor desconocido) y, sobre todo, el retrato, con la pretensión de captar el alma del retratado. Os ofrezco dos espléndidas muestras de ello: a la izquierda, Franz Krüger retrata a Alexie Romanovich Tomilov, mecenas y coleccionista de arte, un intelectual que atrajo a su alrededor a los artistas más talentosos de la época. A la derecha, el mismo pintor firma el retrato del diplomático Nikolai Mijailovich Smirnov.


















Tropinin firma el retrato de Piotr Novosiltsev, típicamente romántico: porte de gran dignidad y elegancia; rostro afable de expresión sonriente y bondadosa; la luz iluminando la cara, que contrasta con los ropajes oscuros; el paisaje en la lejanía. Este caballero, además de Chambelán, fue ayudante de campo de la Orden de San Vladimir y oficial del Regimiento de Caballería de la Guardia Imperial. A su lado, la princesa Elisaveta Alexandrovna María Teresa Clary-und-Aldringen (precioso nombre), retratada por Franz Schrocberg.

















Vladimir Ivanovich Gau firma estas dos acuarelas. A la izquierda, la princesa Vera Arkadievna Golitsina, dama de honor de la gran duquesa Alexandra Nikolaievna, el pintor nos la muestra el mismo año de su matrimonio. Me encanta la expresión de infantil severidad de su rostro. A la derecha, la gran duquesa Alexandra, hija menor del zar Nicolás I, una dama de carácter dulce y melancólico, amante de la soledad y el silencio. En 1844 se casó con Federico Guillermo, príncipe de Hesse-Kassel. Poco antes de su boda, Alexandra enfermó de tuberculosis y, según un testigo de su tiempo " durante su boda así como en los festejos posteriores a la misma, parecía, en mi opinión y muchos otros también lo creen, un espectro encantado o, más bien, una criatura de otro mundo".

La preciosa acuarela con la que abro el comentario representa a la princesa Sofía Alekseevna L'vova, de la mano del pintor Alexandr Pavlovich Briullov. Su esposo, el príncipe L'vova, fue un afamado escritor de literatura infantil, cuyos salones frecuentaban los más importantes literatos rusos de la época. Cierro con la espléndida Vista del Kremlin, de Vorobiev.

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