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domingo, 20 de febrero de 2011
Matisse en la Alhambra
El 11 de diciembre de 1910 Matisse visita la Alhambra y, según escribe a su mujer en una carta que se conserva, siente una gran emoción. "La Alhambra es una maravilla", afirma. Su interés por el arte islámico se había despertado en Munich, al contemplar una gran exposición sobre artes decorativas orientales organizada poco antes en la ciudad alemana. Bajo estas líneas podéis ver La mesa roja, pintada en 1908, en la que podemos apreciar ya la influencia de la cultura oriental. Y decide visitar España: Madrid, Toledo, Barcelona, Córdoba, Sevilla y Granada.
Su encuentro con el arte islámico, la belleza de la Alhambra, la luz de Granada, influyó notablemente en la evolución del pintor, que paulatinamente se aleja del fauvismo y de la influencia de Cezanne. En el Palacio de Carlos V se ha organizado una magnífica exposición que reune varias de las mejores obras del pintor, en las que se aprecian nítidamente las consecuencias de su deslumbramiento. Junto a ellas, algunos de los objetos que adquirió a lo largo del viaje, como un tapiz alpujarreño del siglo XIX, comprado en Madrid, que aparecerá posteriormente en alguna de sus pinturas.
Tras su visita a la Alhambra, ya en Sevilla, pinta estos dos cuadros, Sevilla I y Sevilla II, que copiará su amigo Francisco Iturrino y que se muestran en la exposición a su lado. Idéntica composición, pero tan diferentes. La luz, el color en Matisse vibra con una brillantez de la que carecen las obras del cántabro. Y, antes de abandonar la península, finaliza Joaquina. Aquí os la traigo, junto a la reinterpretación de Iturrino, Gitana.
La exposición es amplia y son muchos los cuadros y objetos que me gustaría ofreceros. Trasciende su visita a Granada. Dos años más tarde Matisse viajaría a Marruecos buscando una luz distinta a la del Mediterráneo, decidido a profundizar en la cultura del Islam. Se instala en Tánger, donde en un principio pintará bodegones, como estos dos que os ofrezco, Amapolas y lirios I y II.
Pero quizá en los cuadros donde se plasma con mayor nitidez su amor por el arte oriental y su ornamentación sea en sus odaliscas, como en la Odalisca con pantalón rojo con la que abro este comentario, realizada en 1921. La modelo es Henriette Darricarrère, que posará para él hasta 1927, cuya capacidad teatral es capaz de adoptar los papeles que la imaginación del pintor le propone. La vemos también en la Odalisca sentada y en Odalisca y silla turca, que os muestro a continuación.
Para terminar, Odalisca con magnolias. Si os fijáis guarda grandes similitudes con la Odalisca con pantalón rojo con la que abría el comentario: la misma modelo, el mismo vestido, idéntica pose, la misma tumbona. Sin embargo, son muy diferentes. Quizá ello estriba en la expresión de la modelo, sonriente, en un gesto de gran sensualidad. Una belleza.
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Maravillosa muestra digna de ser vista de cerca. Doy fe. Altamente recomendable.
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