Digamos que nos encontramos en el Corral de Comedias de Almagro un día de septiembre del año 1630. Pongamos que se representa "El desdén vengado", de Lope de Vega, a cargo de la compañía de Juan Jerónimo Valenciano, de la que forman parte los actores Bartolomé Romero y Antonia Manuela, su mujer; Lorenzo Hurtado de la Cámara, Salvador de Lara, Pedro Pernia y algunos otros. La representación comienza a las dos de la tarde, y durará al menos cuatro horas. Los hombres, tras atravesar el zaguán y comprar frutos secos y aloja (una mezcla de agua, miel y especies) en la alojería, para distraer el hambre y ahuyentar la sed (el vino no está permitido para evitar desmanes), pueden ascender por la escalera que se encuentra a la derecha, junto al pozo, hasta alcanzar su asiento en la tertulia o desván, en el segundo piso, o en los corredores del primero, junto a las galerías, reservadas para los "principales de la ciudad": regidores, alcaldes y demás personajes de alcurnia. Si se trata de caballeros sin posibles, su lugar está en el patio central, donde contemplarán la representación de pie.
También a las mujeres les es permitida la entrada, aunque deban hacerlo por un acceso diferente al de los varones, y seguir la representación en la cazuela, corredor del primer piso situado frente al escenario, justo debajo de la tertulia o desván masculino. Sólo si se trata de damas de alcurnia pueden compartir la galería con sus padres o maridos.
El tablado o escenario, bajo el que se encuentra la bodega que hace las veces de camerino de actores, da entrada a escena a los personajes a través de una trampilla o escotillón, a diferencia del adjudicado a las actrices, en la fachada del teatro.
Paseo por el patio, los corredores y galerías del Corral de Comedias y me imagino este lugar hace casi cuatro siglos, el calor sofocante de finales de verano en La Mancha castellana, los cuerpos sudorosos apretujados (se permitía la entrada a todo el que pudiera pagarla, sin límite de aforo), los silbidos, vítores, chanzas y algarabía de los varones en el patio, interrumpiendo la representación en más de una ocasión, los actores elevando la voz para hacerse oír, hasta que llegaba el mantenedor del orden, un forzudo mozo del lugar contratado para, garrote en mano, devolver la paz a los desmandados; imagino a las mujeres de la cazuela, sus risas, sus lágrimas, sus cuitas y cotilleos mientras espiaban a algún caballero de su agrado; a los ilustres de las galerías, altivos y un punto desdeñosos, ellas abanicándose, compitiendo en elegancia y decoro, ellos presumiendo de posición , dormitando en sus asientos o zanjando algún asunto de interés con otro notable de la región. Y Lope esforzándose, comedia tras comedia, por ganarse el pan de cada día.
Este Corral de Comedias es el único que se ha mantenido activo y conservado intacto desde el siglo XVII hasta hoy. Lo construyó Leonardo de Oviedo, clérigo presbítero de la desaparecida y cercana parroquia de San Bartolomé, descendiente de una familia de origen judío, en 1628, a partir del antiguo Mesón del Toro, cuya remodelación le costó una pequeña fortuna. Sus ventanas forman parte de la Plaza Mayor, un precioso recinto porticado construido en la misma época. Aquí tiene lugar en el verano el Festival Internacional de Teatro Clásico, amén de las representaciones que se suceden durante el resto del año.
La villa de Almagro, residencia de los maestres de la Orden de Calatrava, sobria y señorial. Aunque el cielo se cierra y sopla un viento helado, es un placer pasear por sus calles, contemplar sus palacios y casas solariegas, sus iglesias y conventos. Y, desde luego, el Corral de Comedias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario