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martes, 22 de febrero de 2011
La canción de la Tierra, Mahler.
La despedida
El sol parte tras las montañas.
En todos los valles cae la tarde
con sus sombras, llenas de frescor.
¡Oh, mira! Como un barco plateado
flota la luna en el lago azul del cielo.
¡Siento el temblor de una suave brisa
tras los sombrios abetos!
El arroyo canta lleno de hermosos sonidos a través de la oscuridad.
Las flores palidecen en el ocaso.
La Tierra respira llena de calma y sueño,
todos los anhelos ahora duermen.
¡Los hombres cansados van a casa,
para aprender de nuevo el silencio
la felicidad y la juventud olvidadas!
Los pájaros se acurrucan en silencio en sus ramas.
¡El mundo se adormece!
La canción de la Tierra. Mahler, una vez más, me trastorna completamente, me conmociona, me desborda su belleza, no puedo contenerla. No puedo explicarlo mejor. Abre dentro de mi compuertas que siempre se mantienen cerradas. Me transforma en un ser poroso y extremadamente vulnerable. Siempre me hace llorar (debe ser un número verme en el Auditorio, al borde del sollozo. Nadie me mira, a dios gracias) pero no de tristeza. Me inunda, me transporta a lo más hondo de mi misma. Qué bendición que exista.
Ayer, la Orquesta Filarmónica de Londres, dirigida por Yannick Nézet-Séguin, interpretó la Sinfonía Concertante en Mi Bemol mayor, para violín y viola, de Mozart y, en la segunda parte, La canción de la Tierra. Un acierto poner a Mozart antes, tan liviano. Pido perdón a los mozartianos, pero su música nunca logra conmoverme, aunque me despierte gran placer estético. Es como si siempre se quedara en la superficie de las cosas. Su música puede ser alegre o triste, pero nunca honda. Vuelvo a pedir perdón.
Os invito a escuchar la primera parte del último lied de La canción de la tierra. Si os parece, hacedlo mientras leeis la traducción de la letra, un poema formado por cuatro estrofas de Mong Kao Yen y otras cuatro de Wang Wei, ambos poetas chinos. La escribió al final de su vida, y en una carta enviada a Bruno Walter afirmó que era "lo más personal que he hecho hasta ahora". En ella está todo: la alegría, el miedo, la juventud, la vida y la muerte. Os la ofrezco por la Orquesta Sinfónica de Chicago, dirigida por Sir Georg Solti.
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Por todas partes, y eternamente, azulean luminosos los horizontes, eternamente...eternamente...
ResponderEliminarY ahora defendamos a Mozart.
Me gustaría que escuchases dos maravillas, una gran ópera -La clemenza de Tito-, y una espléndida y PROFUNDA -Camara Oculta-,obra que disfruté en las Termas de Caracalla, al aire libre y con los pelos de punta durante toda la interpretación.
"Un pequeño loco a quien
yo quería, descansa aquí.
Un estornino, en el albor
de su breve tiempo
cuyo destino fué a caer
en el amargo dolor de la muerte.
Por esta causa, mi corazón
está roto en pedazos.
Oh lector , vierte una lágrima
también tú aquí.
Él no fue travieso
sino alegre y despierto.
Y aunque jactancioso
un bromista insensato.
Esto no hay quien lo niegue
y me tranquiliza saber
que él está ahora allí arriba.
Y desde el cielo
me canta, sin lucrarse,
en su amigable estilo.
Ignoraaún que la muerte
ha oprimido su pecho
y ajeno está de aquel
de tan buena armonia.
Dice J.M. Coetzee, que lo hondo y profundo de los pensamientos, solo reside en el estado del ánima. Estoy completamente de acuerdo. Por cierto, Mahler es genial, y los chinos ya se sabe...del PP (Paciencia y Profundidad).
Comparto tu visión sobre la música de Mozart. Me apasionan algunas de sus piezas pero, bajo mi punto de vista, tienes razón al observar su habitual falta de profundidad en contrapunto a su omnipresente y acentuado sentido estético. Le falta física.
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