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martes, 5 de abril de 2011

El Palacio Real de Aranjuez

En el Real Sitio y Villa de Aranjuez, a muy pocos kilómetros de Madrid, a la orilla del Tajo, se levanta este precioso palacio, una de las residencias de la Familia Real española, aunque de titularidad estatal. En el conjunto también se inscribe los Jardines del Príncipe y la Casa del Labrador, de los que os hablaré en otro momento.

Siempre que he visitado alguna de las residencias reales españolas me ha llamado la atención que, pese a su riqueza y suntuosidad, comparten una cierta austeridad si se las compara con los correspondientes a otras casas reales europeas. Sin llegar a las cotas de sobriedad de El Escorial o Yuste, nuestros monarcas ejercían una cierta contención a la hora de edificar y decorar sus moradas, contención que brilla por su ausencia en Versalles, Schönbrunn en Viena, Hermitage en San Petersburgo o los castillos de Luis II de Baviera, por citar alguno de los que he tenido oportunidad de conocer.


En este palacio se instalaba la Familia Real pasada la Semana Santa hasta finales de junio, cuando se trasladaban a La Granja de San Ildefonso, donde el clima era más benigno. Aquí disfrutaba el monarca de la naturaleza, de igual modo que, en palabras de Gracián, en el Sitio de El Escorial disfrutaban del arte. Felipe II se propuso hacer realidad el proyecto de su padre, Carlos I, de convertir Aranjuez en una "villa" regia, mediante la construcción de un nuevo palacio y edificios de servicio, la ordenación del territorio mediante una serie de avenidas arboladas, el aprovechamiento del agua mediante presas y canales que regaban huertas y jardines y la racionalización de las áreas de cultivo. Así llegó la prosperidad a un pueblo que solo contaba con un enclave natural privilegiado. Los sucesivos monarcas continuaron con la obra emprendida por Felipe II, que llegó a su apogeo en tiempos de Carlos IV, aunque fueron Fernando VII e Isabel II los que dotaron de mayor esplendor cortesano al Real Sitio. Algunos miembros de la Familia Real se hicieron construir palacios al suroeste del Palacio Real (el de la Reina Madre en El Deleite, el destinado al príncipe Adalberto de Baviera), imitados por la vieja y nueva aristocracia española (Oñate, Tamarit, Narváez, Salamanca), en su mayor parte desaparecidos.

















Como os podéis suponer, en la ejecución de la obra intervinieron varios arquitectos. Las alas laterales, que cierran la Plaza de Armas, son obra de Sabatini, y el proyecto original pertenece a Juan Bautista de Toledo. Las salas mantienen una parte del mobiliario de Carlos IV y de Fernando VII, aunque casi toda la decoración corresponde al reinado de Isabel II. Os muestro alguna de las habitaciones del Palacio. Según me informó un guarda de seguridad, este cuenta con 130 salas en perfectas condiciones para ser visitadas y, sorprendentemente, solo puedes acceder a una veintena, sin contar otras tantas del piso bajo, sin decoración, que están destinadas a museo. Allí se pueden contemplar una serie de objetos pertenecientes a la Familia Real: desde las cunas y los juguetes de los infantes a los trajes de novia de la Reina, la Princesa de Asturias y las Infantas. Me indigna que la mayor parte del patrimonio artístico nacional no pueda ser disfrutado por los ciudadanos.












La primera fotografía corresponde, como veis, a la magnífica escalera de entrada. Abajo, a la izquierda, el que fuera despacho de Carlos II, con vistas al jardín del Rey, más tarde guardarropa de las reinas con Carlos IV y Fernando VII. Los frescos de las paredes son obra de Luca Giordano, cuyas pinturas encontraremos en muchas salas del Palacio. La sala de la derecha corresponde a la antecámara del Rey, antes de la Reina, ya que en tiempos de Carlos IV se modificó la distribución de las habitaciones: las correspondientes al Rey se cedieron a la Reina, y viceversa. Esta sala contiene un pequeño oratorio, perteneciente a la reina María Luisa de Parma. Inmediatamente después, y sobre estas líneas, se encuentra la cámara del Rey, en época isabelina destinada a las audiencias del rey consorte, Francisco de Asís. Aquí podemos contemplar más lienzos de Luca Giordano, así como dos grandes consolas de caoba maciza con adornos de bronce dorado y tableros de ágata, dos espejos isabelinos y una sillería de caoba que me llevaría a mi casa sin dudarlo. Y a la derecha, el comedor de gala, una pieza soberbia. Lo que más me impresionó fue su precioso pavimento de estuco, con panoplias y alegorías musicales.













El llamado Gabinete árabe está inspirado en la sala de las Dos Hermanas de la Alhambra de Granada. Se construyó entre 1848 y 1850 bajo la dirección de Rafael Contreras, restaurador del palacio nazarí. Tanto las paredes como la bóveda son de yeso esculpido policromado, y los arrimaderos de estuco. A la derecha, la Sala de espejos o Cámara de vestir del rey, diseñada por Juan de Villanueva como gabinete de la reina Maria Luisa de Parma. Sin duda el rey consorte Don Francisco de Asís se encontraría a gusto acicalándose en esta cámara: dicen las malas lenguas que la noche de bodas con la reina Isabel II llevaba en su atuendo más y mejores encajes que ella.

















Estas dos piezas, correspondientes al despacho del rey consorte y a su sala de música, formaron parte del salón de Felipe II. Don Francisco de Asís llegó a colgar en su despacho treinta y dos cuadros. El mobiliario es fantástico, con una preciosa mesa escritorio obra de los Talleres Reales y un neceser isabelino de palo de rosa y porcelana. Las veladas musicales tenían lugar en la sala contigua, donde el rey montó un verdadero museo, con ochenta y tres cuadros, mezclando obras de maestros antiguos con otras de pintores decimonónicos bajo su mercenazgo.


















A la izquierda, el tocador de la Reina, una joya con una preciosa bóveda pintada al temple por Antonio García Suárez. La lámpara es una belleza, una pieza francesa de porcelana y bronce dorado, así como el doble tocador de madera de palo santo, y las butacas. A su lado, el dormitorio de la Reina, con un magnífico fresco de Zacarías González. Se dice que el mobiliario fue un regalo de la ciudad de Barcelona a la Reina Isabel II con motivo de su matrimonio, y que su emplazamiento original fue el Palacio Real de Madrid.















En tiempos de Isabel II, el llamado Gabinete de porcelana fue una sala de música. Aquí se encontraba el piano de Collard & Collard, adquirido en la Exposición de Londres de 1849 que veremos en la cámara de la Reina. Las paredes están recubiertas con paneles de porcelana sujetos con tornillos a un armazón de madera. Fue la primera gran obra de la Real Fábrica de Porcelana de S. M. Católica, establecida en el Buen Retiro en 1760. La decoración es chinesca, con dragones, figuras orientales, monos y frutos. Parece una bombonera. A la derecha, el despacho de la Reina. De esta habitación me quedaría con las preciosas sillas fernandinas, sin olvidar cualquiera de las maravillosas alfombras de la Real Fábrica que cubren los suelos del palacio.












Sobre estas líneas, la cámara de la Reina con el piano del que os hablaba antes y, a la derecha, la antecámara. En esta última cuelgan cinco cuadros espléndidos de Giordano, representando a Ceres, Júpiter, Las Parcas, Apolo y Boreas. Y termino con el Salón del Trono, decorado a semejanza del correspondiente en el Palacio Real de Madrid. Pavimento de estuco, revestimiento de las paredes en terciopelo rojo y mobiliario isabelino. En el recuadro central de la bóveda, pintada al temple sobre lienzo, una alegoría de la monarquía española.

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