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viernes, 8 de julio de 2011

Estocolmo, entre bosques

Al noroeste de la isla Södermalm, muy cerca del puente Västerbron que atraviesa la pequeña isla de Längholmen para llegar hasta Kungsholmen, se encuentra uno de los lugares más deliciosos de Estocolmo. Es el inicio de un paseo que recorre todo el norte de la isla, de este a oeste, y que los vecinos utilizan para hacer footing, pasear a sus perros o desplazarse en bicicleta hasta el centro del barrio. Aquí el canal se estrecha, bordeado de árboles y flores, salpicadas las orillas de casas de madera y zonas ajardinadas. En las orillas, pequeñas lanchas de recreo. Un lugar perfecto para sentarse en un banco y ver la vida pasar.













Además del gran puente de Västerbron, otros dos más pequeños unen Södermalm con Längholmen. Elegimos uno de madera para cruzar a esta pequeña y preciosa isla que los holmienses (la madre Wikipedia dice que ese es el gentilicio de los habitantes de Estocolmo) han conservado como bosque, abierto en pequeños senderos de tierra y salpicado de algunas casitas rodeadas de jardín. La isla es tan pequeña que, mires donde mires, siempre ves entre los árboles el reflejo del mar. Robles, abetos, hayas. El olor del mar se mezcla con la tierra húmeda y soleada.














Otra isla que los holmienses han conservado como zona boscosa, esta de mucho mayor tamaño, es Djurgarden, al este de la ciudad. Durante los siglos XVI al XVIII fue un terreno reservado para las cacerías reales, y hoy es sede de varios museos y del Skansen, un enorme terreno boscoso dedicado al Museo Escandinavo de los Pueblos, una iniciativa que haría las delicias de cualquier etnólogo. Tanto las fotos que os muestro sobre estas líneas como las que veis a continuación pertenecen a Skansen.













El primer museo al aire libre del mundo fue creado en 1891 por el etnógrafo Artur Hazelius, que reprodujo a través de 150 edificios históricos: casas, fincas rurales, talleres tradicionales, iglesias, aldeas enteras que permiten contemplar la vida de la Suecia rural de la Edad Media, conservando edificios que Hazelius hizo traer y rehabilitó y que de no ser por él, se habrían perdido.














Nada más lejos de una atracción turística o un montaje de cartón piedra. Pasear por esta isla es un placer que disfrutan los holmienses. Los cafés, las terrazas, los bancos bajo los árboles están repletos de familias con niños, que aprovechan para comprar el pan en la panadería o hacerse con un cuenco de cerámica tradicional en el taller. O para ir a misa en la iglesia del pueblo. Quizá la mayor cesión al espectáculo sean esos personajes, vestidos al modo tradicional, que de vez en cuando se dejan ver por los caminos.














Al noreste de Skansen, Hazelius montó un zoológico en el que pueden verse animales de la fauna escandinava: alces, renos, lobos, osos pardos, linces, además de focas, leones marinos y gran cantidad de peces en el acuario. Me impresionó el espacio destinado al zoo. Los animales, en vez de estar enclaustrados en espacios claustrofóbicos, como acostumbran en otros zoos, disfrutan de espacios amplios que tratan de reproducir sus habitas originarios.

El canal Djurgärdsbrunnsviken, al norte de la isla, la separa de Ortermalm. Un precioso canal que se hiela en invierno y se convierte en una pista de patinaje muy frecuentada por los holmienses.

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2 comentarios:

  1. Jó, sol pau, esos bosques, esas casas, esa paz... le dan ganas a uno de hacerse un poco el sueco.
    Saludos blogueros

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  2. A mi me dan ganas de hacerme asturgalaico, como hace siglos, que con pequeñas diferencias viene a ser lo mismo que hecerse el sueco, especialmente en la raya, entrando o saliendo, hacia o desde Galicia. ¿O no?

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