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domingo, 10 de julio de 2011

Mañana de domingo


Mañana de domingo. Hace calor. Con la prensa bajo el brazo me dirijo a la terraza de siempre y, mientras tomo el segundo café del día, hojeo el periódico. Hoy no estoy para grandes discursos y mi mirada resbala por los titulares. Ni la democracia en peligro, ni el hallazgo de un, para mi gusto, horrendo cuadro de un joven Goya, ni el caso Strauss- Kahn, ni siquiera el espanto de la niña melillense de 15 años que se empeña en vivir oculta bajo un burka logran acaparar mi atención. Estoy desasosegada. Cierro el periódico y me ausculto. Aborrezco esta tristeza meliflua e injustificada que me asalta a veces, un lujo de países "refalfiados" (refalfiu: palabra asturiana que significa disfrutar de demasiados bienes y querer aún más, no darse por satisfecho con nada), de seres quejosos e infantiles, como yo. Recorro in mente todos los motivos por los que soy afortunada e intento sacudirme la tontuna de encima. Y recuerdo un poema de Benedetti.

Defensa de la alegría

Defender la alegría como una trinchera

defenderla del escándalo y la rutina

de la miseria y los miserables

de las ausencias transitorias

y las definitivas

defender la alegría como un principio

defenderla del pasmo y las pesadillas

de los neutrales y de los neutrones

de las dulces infamias

y los graves diagnósticos

defender la alegría como una bandera

defenderla del rayo y la melancolía

de los ingenuos y de los canallas

de la retórica y los paros cardiacos

de las endemias y las academias

defender la alegría como un destino

defenderla del fuego y de los bomberos

de los suicidas y los homicidas

de las vacaciones y del agobio

de la obligación de estar alegres

defender la alegría como una certeza

defenderla del óxido y la roña

de la famosa pátina del tiempo

del relente y del oportunismo

de los proxenetas de la risa

defender la alegría como un derecho

defenderla de dios y del invierno

de las mayúsculas y de la muerte

de los apellidos y las lástimas

del azar

y también de la alegría.


La alegría como una opción consciente. Dónde se ha ido aquella borrachera de luz que antes me arrastraba sin motivo, alegría irracional que tenía que ver con qué hace sol, o llueve, o es de noche y yo estoy viva? Presiento esa larga sombra oscura que deja tras de sí el paso del tiempo. De repente, me viene a la cabeza una frase: "A lo mejor todo lo que nos ocurre en la vida no es más que una larga preparación para abandonarla".

Desde hace tiempo, los fines de semana este grupo de amigos interpretan para los parroquianos algunos temas de jazz suave. Un saxo, una flauta y una guitarra. Resulta más que grato escucharles. Pero esta mañana sus Hojas muertas me remiten a mi infancia y alimentan mi melancolía. Es el paso del tiempo. Pero de repente recuerdo la risa cantarina de mi madre, su mirada sabia y risueña advirtiéndome: "No te quejes; la alternativa sería peor". Y como por ensalmo, desaparece la nostalgia.

Aquí os dejo esta preciosa canción, interpretada por Ives Montand, con imágenes del cementerio de Montmartre, de París. Disfrutad del día.

3 comentarios:

  1. También creo, mi querida Sol, que la alternativa es peor. Reivindico la melancolía y la tontuna incluso melíflua y me caguenlaautoayuda de los imbéciles. La alternativa es peor y siempre nos quedará París, los grandes topicazos y canciones como ésta de Ives Momtand (pronunciado en francés, apretando el morrito) Y la palabra melancolía, una de las más bellas de nuestro idioma y del otro, "mélancolie".
    Un beso muy grande.

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  2. Otro enorme para ti. Siempre nos quedará París, sí.

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  3. Un día tonto lo tiene cualquiera, y casi siempre sirve para algo: para darnos cuenta de lo infundado de nuestras sensaciones, o para apreciar aquello que parece habernos abandonado súbitamente y que sólo parece lejano por como nos sentimos. Sólo es eso, un día tonto.

    Ea, he dicho.

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