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lunes, 18 de julio de 2011

Unos días en Copenhague


Salgo de la hermosa quietud de Suecia para sumergirme en el alegre bullicio danés. Bajo un sol espléndido, un Copenhague efervescente. Llego el mediodía de un lunes. Me alojo en el barrio de Vesterbro, al suroeste de la City, muy cerca del canal Sankt Togens So. Este barrio tuvo mucha fama en los años sesenta porque aquí se instalaron los primeros sex-shops de Europa. Fue una suerte de "barrio rojo", y si bien es cierto que no tuve tiempo para recorrerlo (no tenía muchos días, y otras cosas llamaban más mi atención), no vi en los alrededores del hotel ningún vestigio de aquellos tiempos.














Los kobmendenses (vecinos de Copenhague, Wikipendia dixit) se han echado a la calle. Una marea humana de gentes de todas las razas y colores ( aunque con mayoría "vikinga", como es natural) han tomado calles y plazas. Bares, cafeterías y restaurantes colocan terrazas ante sus establecimientos, atestadas de parroquianos. Gente realmente guapa, estos daneses. Y cada diez pasos, un grupo de músicos. En Radhus, la preciosa plaza que os muestro a continuación, verdadero centro neurálgico de la ciudad, tres hombres lanzan sones peruanos todas las tardes y despiertan gran espectación entre los viandantes. Justo detrás de ellos, un grupo de jovenes hacen acrobacias en el suelo: bailan cabeza abajo, se mueven sobre los hombros, realizan contorsiones y se anudan al ritmo de las palmas de sus compañeros. Piruetas descabelladas. En Stroget, la calle peatonal y comercial más larga de Europa (en realidad, son varias calles una tras otra), dos niños tocados con grandes chisteras interpretan una sonata para violín. Algo más allá, un grupo de percusionistas. Después, un conjunto de jazz.













Recorremos Stroget esquivando kobmendenses y obras. Parece que el ayuntamiento ha aprovechado la etapa estival para llevar a cabo todas las obras municipales, y es rara la calle o plaza que no se ha convertido en enorme socavón. Las vallas protectoras ocultan las mejores perspectivas de los hermosos edificios que encontramos a nuestro paso.













Y llegamos a Nyhavn, el canal que tantas veces ha sido imagen de la ciudad. En las terrazas que se alinean en una de las orillas el tumulto es indescriptible, a rebosar de melenas rubias y pieles enrojecidas. Delante de sus cervezas los kobmendenses adoran al dios sol, del que están tan escasos durante los interminables inviernos. El colorido de las casas, las barcas fondeadas, el mar brillante y la alegría contagiosa de la gente conforman un espectáculo espléndido.














En la otra orilla, una pareja se besa. Me gusta esta ciudad.



1 comentario:

  1. Espero que te dieses una vuelta por la antigua ciudadela, preciosa; muy cerquita ademas esta una reproduccion del David, y en el Glyptotek una de las mejores colecciones de escultura europea del mundo: alli vi por primera vez al Pensador de Rodin (no se como se le llama en espaniol).

    Hasta el momento mi ciudad favorita, espero superada por Estocolmo en breve...

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