En el mundo del simbolismo, al que Vivien pertenece, el safismo estaba de moda, no solo en los versos de Baudelaire, como apunta Jimenez Burillo, sino también en toda su iconografía. "El arquetipo de mujer virgen, delgada, cruel e inescrutable, llena de misterio, la acercaba a los arcanos y a un pasado mítico". En esos años aparecen El corazón innombrable, de la condesa de Noailles; Occidente, de Lucie Delarue-Mardrus; los primeros versos de María de Heredia y estos Estudios y preludios, de Renée Vivien.
En 1899 Renée conoce a Natalie C. Barney y nace una pasión que marcará su vida y su obra literaria. Según Jiménez Burillo, este amor la convierte en "un personaje desproporcionado y profundamente desdichado, pero de una extravagancia a la vez tan refinada y pueril, tan inocente y tan rebuscada, que su sola biografía ha sido suficiente para alumbrar más de una novela."
Todo su excesivo amor a Natalie, todo su dolor, su desasosiego, está en sus poemas. Se dice que su primera noche de amor fue tan desastrosa que Natalie recurrió a amigas expertas en las artes amatorias para que ilustraran a Renée. Es fácil imaginar su humillación, el desconcierto de esta pobre niña enamorada. Después de esa primera noche, escribió el poema que os transcribo:
Dedicatoria
Cuando viniste, con pasos sigilosos, el cielo
mezclaba en la bruma, los oros con el cristal y el bronce,
tu cuerpo ondulación incierta, se adivinaba
más ligero que las olas, más fresco que la espuma.
El atardecer de verano parecía un sueño oriental
de sándalo y de rosa.
Yo temblaba. largos lirios religiosos y pálidos
se morían en tus manos, como cirios fríos.
Sus agotados perfumes escapaban de tus dedos
en la inmóvil respiración de las angustias supremas.
Tus claros vestidos exhalaban, una tras otra
la agonía y el amor.
Sentí estremecerse sobre mis labios mudos
la dulzura y el espanto de tu primer beso.
Bajo tus pasos, oí quebrarse lirios
que gritaban al cielo el orgulloso hastío de los poetas.
Entre olas de sonido lánguidamente decrecientes
rubia, te me apareciste.
En las fotos os la muestro vestida de hombre, junto a Natalie; y ella sola, sentada en un sillón, en la imagen con la que abro el comentario. Y cierro con otro de sus poemas:
A la bien amada
Tú eres mi palacio, mi noche y mi otoño,
y mi vela de seda y mi jardín de lirios,
mi pebetero de oro y mi blanca columna,
mi parque y mi estanque de cañas e iris.
Tú eres mi perfume de ámbar y miel, mi palma,
mis frondas, mi canto de cigarras en el aire,
mi nieve que se muere de tan altiva y calma,
y mis algas y mis paisajes marinos.
Y eres mi campana de monótono sollozo,
mi isla fresca y mi oasis compasivo…
Tú eres mi palacio, mi noche y mi otoño,
y mi vela de seda y mi jardín de lirios.
Una poesía que estremece y una vida que apasiona. Qué grande Renée Vivien!
ResponderEliminarA la bien amada, me encanta este poema, Renèe una gran poetisa, una gran mujer!!
ResponderEliminarIntensas palabras de la pasión de un corazón desolado.Amor inconcluso, de siempre a medias, el de Reneé Vivían con Elizabeth Clifford, ya de por si,complejo el amor, más aún el amor entre dos mujeres poetas.
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