Aunque solo fuera para contemplar esta maravilla, Vista del jardín de la Villa Medici en Roma, firmada por Velázquez entre 1629 y 1630, merece la pena acercarse al Museo del Prado donde está teniendo lugar la exposición Roma, Naturaleza e Ideal de la que comencé a hablaros en una entrada anterior. Velázquez llegó a Roma a finales de 1629, cuando acababa de cumplir 30 años y ya era un pintor bien situado en la corte española. Pero le interesaba conocer de cerca el mundo clásico, así como el Renacimiento italiano, conectar con otros pintores y darse a conocer fuera de nuestras fronteras. En Roma contactó con Claudio de Lorena, Pietro da Cortona, Agostino Tassi o Nicolas Poussin y, de su mano, con el nuevo género paisajístico que allí había brotado. De ese interés nació este cuadro extraordinario.
En muchas pinturas de este género nos encontramos con ruinas clásicas en medio del paisaje, aludiendo a un pasado irrecuperable que personificaba la perfecta belleza. En el cuadro de la izquierda, Paisaje lacustre con ganado, firmado por Salvator Rosa en 1640, vemos una escena pastoral derivada de la literatura antigua, especialmente de Virgilio y Teócrito, pero llevada a los tiempos actuales, como lo confirma la cruz que señala el camino que lleva al lago. A la derecha, Paisaje con san Pablo ermitaño, de Nicolas Poussin, realizado entre 1617 y 1618.
Al contemplar los espléndidos cuadros de Claudio de Lorena que se exponen en esta muestra no puedo evitar recordar el genial retrato que el escritor Pierre Michon hace del pintor en su libro Señores y sirvientes, del que os hablé y recomendé hace algún tiempo. A la izquierda podéis ver paisaje con las tentaciones de san Antonio, óleo firmado en 1638, en el que el santo aparece entre unas ruinas rezando mientras unos diablillos se entretienen a su espalda. Este cuadro pertenece a una serie elaborada por encargo del rey Felipe IV para decorar el Palacio del Buen Retiro madrileño. A la derecha, otro magnífico lienzo del mismo pintor, Vista de un puerto con el Campidoglio, fechado dos años antes. Si os fijáis, de Lorena es muy aficionado a colocar sus edificaciones en perspectiva, aumentando así la sensación de profundidad. Este fue uno de los cuadros sobre los que trabajó José Manuel Ballester, el Premio Nacional de Fotografía 2010, cuando se enfrentó a una serie de lienzos clásicos en cuya reproducción fotográfica vaciaba de presencia humana, consiguiendo unos efectos a veces muy inquietantes. Os lo mostré en un comentario anterior.
Felipe IV se comportó como un verdadero mecenas para algunos de los paisajistas de la escuela de Roma al encargarles varias obras destinadas al nuevo palacio. De Lorena, considerado el mejor paisajista de la época, fue uno de los más beneficiados. En esta exposición se muestra un conjunto de cuatro lienzos de gran formato, verticales y de parecida estructura, destinados al Salón de Reinos. Espléndidos cuadros. A la izquierda vemos uno de ellos, Moisés salvado de las aguas. Y a la derecha, una de las obras que más me ha impresionado, Bautizo del eunuco de la reina Candace, de Jan Both, uno de los seis lienzos que este pintor realizó para el Buen Retiro. Representa el bautizo del tesorero de la reina Candace, un eunuco etíope que, según cuentan los Hechos de los Apóstoles, después de leer a Isaías pidió a San Felipe que le administrara el bautismo. Una belleza de cuadro.
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