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martes, 20 de septiembre de 2011
ROMA, Naturaleza e Ideal, en El Prado
Durante los primeros años del siglo XVII coincidieron en Roma un grupo de artistas excepcionales, provenientes de distintos lugares de Europa. Pintores de la talla de Annibale Carraci (al que pertenece el cuadro con el que abro este comentario, Paisaje fluvial), Adam Elsheimer, Paul Bril, Salvator Rosa, Claudio de Lorena, Poussin o Velázquez, entre otros, seducidos por los vestigios de la Roma clásica que la ciudad conservaba y estimulados por la belleza de los parajes que la circundaban, comenzaron a pintar paisajes con planteamientos novedosos, estimulándose unos a otros y animados por el pronto interés de mecenas y coleccionistas, asegurando así su éxito comercial.
Ahora tenemos la oportunidad de reconstruir el origen del género del paisaje en Roma a través de más de un centenar de obras que se exponen en el Museo del Prado, bajo el epígrafe Roma, Naturaleza e Ideal. Hacia 1600, Carracci plantea un nuevo tipo de paisaje en el que la naturaleza se presenta perfectamente estructurada, no tanto como es en realidad cuanto como debería ser en el plano ideal, enmarcando la acción humana que la completa. El paisaje adquiere total protagonismo y se le mima hasta el extremo. Fijaos en el impresionante Paisaje Fluvial de Carracci, la perfecta estructuración del lienzo, la infinidad de planos, el cuidado del detalle. La figura humana es solo un elemento más del conjunto. A la izquierda, Paisaje con San Fulgencio, firmado por Jan Brueghel en 1595; y a la derecha, San Cristóbal, de Orazio Gentileschi. De este cuadro me llamó la atención su composición y el efecto de los árboles reflejados en el río. Las figuras me merecen menor interés. Y también que se trata del padre de una pintora extraordinaria, Artemisia Gentileschi, a la que haré referencia más adelante y a la que dediqué un comentario hace algún tiempo.
Los seguidores de Carracci adaptaron el nuevo género a sus peculiaridades e inquietudes artísticas. Adam Elsheimer, por ejemplo, se volcó en la investigación de la luz y sus efectos, y nos dejó un conjunto de cuadros extraordinarios, como esta Aurora que podéis ver a la izquierda. Paul Bril, como vemos a la derecha en Vista de un puerto, adaptó el paisaje a la manera de pintar flamenca.
Paisaje con bañistas (El baño de Diana) está considerado el paisaje más hermoso elaborado por Guercino. Efectivamente, este pequeño lienzo es una belleza. Firmado en 1618, la presencia de un ciervo perseguido por perros, a la derecha del cuadro, parecen aludir a Acteón, transformado en ciervo por haber sorprendido a la diosa Diana compartiendo baño con las ninfas. Tanto en este como en otros cuadros de la exposición se percibe la influencia de Elsheimer y su Aurora en el tratamiento de la luz. A la derecha otro cuadro magnífico, Paisaje con la huída a Egipto, de Domenichino. No he podido encontrar una reproducción con mejor resolución, que os permitiera distinguir las diversas escenas que el cuadro relata, su infinidad de planos.
Estos dos maravillosos óleos pertenecen a Goffredo Wals, un pintor de Colonia que vivió una larga temporada en Italia. En Roma trabajó en el taller de Agostino Tassi "ayudándole con los óleos", según se recoge en el proceso judicial que se le abrió a Tassi por la violación de Artemisia Gentileschi, suceso del que os hablé en la entrada que dediqué a la pintora. Me encanta la modernidad del lienzo de la izquierda, Casa en un camino rural, firmado en 1619-20, el tratamiento de la luz, que también se percibe en Casa en las montañas, a la derecha.
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