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viernes, 4 de noviembre de 2011

Excelente "Pelléas y Mélisande" en el Teatro Real

La representación de la ópera de Claude Debussy Pelléas et Mélisande que presencié el día 2 en el Teatro Real me pareció sencillamente espléndida. Os lo digo nada más arrancar el comentario porque aún no salgo de mi asombro por el comportamiento de los abonados del Real que en buen número abandonaron el patio de butacas durante el descanso. Como contrapartida, mucha gente joven vestida informalmente aplaudían entusiasmados.

Pelléas y Mélisande es un drama lírico en lengua francesa cuyo libreto se basa en el texto firmado por Maurice Maeterlinck. Una obra fundamentalmente poética que habla del amor, la soledad, la inocencia, los celos, la ternura. Y Robert Wilson, responsable de la dirección de escena, ha querido enmarcar estos sentimientos en un entorno de una pureza esencial, en la que estaban representados los cuatro elementos: la tierra, el aire, el agua y el fuego. Ha desnudado el escenario y así lo ha llenado de poesía, un universo lleno de sugerencias, sutil y elegante, que dejaba en carne viva la música y la voz. "Mi mundo es el teatro, odio el naturalismo, el escenario es un entorno artificial de por si. Es un arte artificial y Debussy asimiló el texto así. Existen elementos muy concretos la tierra, el fuego... pero también existen otros mundos irreales, porque la realidad en esta ópera cambia muy rápido", afirma Wilson.












Un mundo de luces y sombras, de texturas, de gestos. La escenografía me deslumbró. Y también me encantó el trabajo de la orquesta, dirigida por Sylvain Cambreling, y el de los cantantes, que me sorprendieron por su capacidad gestual: Laurent Naouri, un excelente Golaud; Yann Beuron como Pelléas; Camilla Tilling como Mélisande y Franz-Josef Seling como Arkel.


Suscribo las palabras de Vela del Campo, crítico musical del diario El País: "Las representaciones de estos días en el Real son, desde la perspectiva de obra de arte total, impecables. Sylvain Cambreling lleva esta ópera en la sangre y saca un sonido de la orquesta tan hipnótico como electrizante, tan evocador como sugerente. El reparto vocal es muy equilibrado. Robert Wilson se encuentra a sus anchas en esta estética del estatismo y la interiorización para desplegar su código geométrico, colorista, gestual, luminoso, minimalista y abstracto, que deja fluir la obra en un sentido poético para adentrarse en las profundidades de los personajes en este viaje por el amor y la muerte, con milagro final incluido, como en un particular homenaje a Dreyer y su Ordet."


Os ofrezco la primera parte del tercer acto. Pertenece a otro montaje, pero merece la pena escucharlo.

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