El Museo Óscar Niemeyer de Avilés y el Guggenheim de Bilbao comparten muchas cosas, entre otras poseer unos interiores de una belleza plástica tal que a veces cuesta trabajo abstraerse y concentrarse en las exposiciones que albergan. La sala que os muestro en la fotografía con la que encabezo el comentario pertenece al primero, y la exposición que veis a la última obra de un pintor asturiano que me entusiasma desde que, hace años, le descubrí en la sala de exposiciones del Banco de Bilbao, en Oviedo. Entonces tenía 16 años, y me sorprendió la madurez y calidad de su pintura. Adquirí un óleo en pequeño formato (todo lo que económicamente podía permitirme), una vista de la ría de Avilés que siempre me ha acompañado.
"El proceso de mi pintura no parte de la creación física, sino que viene de mucho antes. Está condicionado previamente por el descubrimiento de un lugar, de un espacio o imagen, que me cautiva o emociona. Y lo cierto es que cuando me pongo a trabajar, aún no sé exactamente qué es lo que me impulsa a ello. Es una necesidad vital. Volcar lo que llevo almacenado en mi retina sobre un lienzo, sobre un papel. Traspasar el límite de lo obvio a través de la pintura y crear una nueva realidad a partir de ella. Emocionarme con el mundo que me rodea y conseguir que los demás también se emocionen. Adentrarme en el paisaje y conseguir crear un lugar para ser habitado. Pintar."
La mayor parte de la muestra pertenece a la Serie Río, inspirada en su estancia en la ciudad carioca. En pequeño formato, distintos motivos en técnica mixta sobre papel representan frutos, peces, cangrejos, vasos, objetos varios que el pintor plasma jugando con las texturas. Otros protagonizados por palmeras, cuyos troncos encuentra en la playa, abatidas por el viento, como enormes reptiles varados o como grandes esqueletos calcinados al sol. Cuando se pasa a los grandes formatos, técnica mixta sobre lienzo, sus cuadros sobrecogen.
"Las encontré paseando por la playa, varadas en la arena como un náufrago desterrado tras un temporal. Llevo más de dos años trabajando en ellas, y aún me cautiva la solemnidad de su cadáver postrado frente a la solemnidad del mar". Ahí están, esas masas solitarias, lamidas por las olas. Cuadros conmovedores, de enorme belleza, exquisitos en su elegante simplicidad. Esas masas de agua oscura reptando por la arena blanca, un elemento vivo, de incansable movimiento frente a la solemne quietud del "cadáver" de la palmera.
Junto a la Serie Río expone un conjunto de trabajos, Vanitas, inspirados en la obra del maestro asturiano Luis Fernández, cuya obra me gustaría mostraros otro día. En ellas reinterpreta el tema de la calavera, tan querido por Fernández. Reconoce la influencia de Morandi y de Barceló. Desde luego, la sombra de este último planea sobre toda la exposición, lo que no supone ningún demérito para Fontela. El poderío de su obra es innegable. Todavía es muy joven, habrá que estar atento a su evolución.
Se debería llamar urgentemente a todos los amantes del arte, para manifestarse enérgicamente contra los aires que parecen venirle a esta obra de arte que es el Niemeyer (y no precisamente desde la ría). Y de paso para que este señor, no acabe con los salmones asturianos.
ResponderEliminarCuando quiero manifestarme contra algo, se me va la olla y pierdo el objetivo por el que quería escribir en el blog, que no era otro, que expresar mi gratitud y admiración a ese joven artista llamado Fontela, es impresionante. (en una palabra no en dos).
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