Maravillosa noticia el Premio Nacional de Poesía de este año para Francisca Aguirre. Se lo han dado por Historia de una anatomía, un poemario del que ya os he hablado en una entrada anterior, con el que logró el Premio Miguel Hernández. Un libro conmovedor en el que recupera la figura de su padre, el pintor Lorenzo Aguirre, condenado a muerte y asesinado por el franquismo. "Mi padre tuvo un ajusticiamiento horrible. Fue asesinado en el garrote vil, como Puig Antich. Era policía de carrera y, a la vez, había estudiado Bellas Artes. Fue un defensor convencido de la Institución Libre de Enseñanza... Y todo eso supongo que lo llevó a que lo condenaran a muerte", recuerda Paca en unas declaraciones recogidas ayer por el diario El Mundo.
Escribe:
Las cicatrices
No puedo recordar
la primera vez que vi el mar
ni puedo recordar
la última vez que vi a mi padre.
Tal vez porque no se pueden recordar
el deslumbramiento del milagro
ni el encuentro con el horror.
Arranca el poemario con una cita de Coetzee: "Un cuerpo dice la verdad. No siempre, ni a la primera, pero siempre es el cuerpo el que la dice". Verdad, eso es lo que rezuman los versos de Paca Aguirre. Y luz. Toda su poesía es luminosa, toda verdad. Otro poema:
Aventura
El compañero de mi vida lee un libro sobre Kafka.
Al cruzar el pasillo yo lo miro de refilón:
tiene su rostro la expresión de un niño,
ese gesto que teníamos cuando leíamos tebeos,
lee como si el libro fuera un libro de aventuras.
Y algo en mí ríe para adentro,
algo se pone alegre, muy alegre.
Me bebo un vaso de agua
y brindo por la dicha que me espera.
Su "compañero de toda la vida" es Félix Grande, uno de los más grandes poetas españoles del siglo XX. A Félix dedicó su Ensayo General, compendio de su obra poética desde 1966 a 2000, un libro que adoro por muchos motivos y del que ya os he hablado en otras ocasiones. A él pertenece este último poema:
"Detrás de aquellos besos asombrosos
estaba este desastre de horas muertas
y esta prisa cerrando siempre puertas
y estos amaneceres dolorosos.
Detrás de aquellos años milagrosos
estaba el porvenir con sus desiertas
zonas de soledad y sus inciertas
promesas de entusiasmos herrumbrosos.
Detrás de la subida estaba el pozo
y detrás de la dicha estaba el llanto
y más allá del llanto el desconsuelo.
Busco por los rincones algún trozo
de aquellos que una vez quisieron tanto:
solo queda un retrato y un pañuelo.
Poemas que estremecen porque no otro ha de ser el fin de la poesía. Estoy de acuerdo con tu opinión sobre Félix Grande. Besos de amagüestu (Orbaya en La Pasarela) (Pinzopín)
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