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viernes, 23 de diciembre de 2011

El Museo del Romanticismo

En 1776 el marqués de Matallana encarga al arquitecto Manuel Rodríguez la construcción de este palacio neoclásico, situado en la calle San Mateo de Madrid, hoy sede del Museo del Romanticismo. La fachada se adorna con el escudo del conde de la Puebla de Maestre, que fue su propietario en 1850. El Museo nace a partir de la colección personal de Don Benigno Vega-Inclán que contenía no solo pintura sino también objetos de mobiliario y artes decorativas. Desde fuera no te haces idea de su amplitud. En su interior dos patios y un precioso jardín le aportan luz y ventilación.













La puerta que da acceso al vestíbulo es una reproducción exacta de la original. A la derecha el jardín, un lugar encantador y recoleto, con una fuente central y, en un extremo, un mármol representando una mujer tumbada.













La escalera principal desemboca en el hall, a través del que se accede a la parte noble de la casa. El estilo decorativo ha cambiado respecto a épocas anteriores, de mayor austeridad. Las casas nobles de las primeras décadas del XIX se caracterizan por un mayor "ablandamiento". Son casas muy adornadas, más íntimas y acogedoras, concebidas no solo para recibir y mostrar socialmente el status de sus dueños sino también para desarrollar una vida privada y familiar cómoda y agradable.













El "antesalón" que veis a la izquierda comunica con el gran salón de baile, que os muestro a la derecha. En el primero el mobiliario es de estilo fernandino y ya nos encontramos con el primer piano, este de madera de palosanto y marquetería, de la casa Boisselot et Fils de Marsella, la misma casa que construía para Listz. El salón de baile solía ser la habitación mayor de la casa y la de mayor lucimiento social. Paredes enteladas en damasco, un sillón circular, llamado borne, tapizado a juego con una preciosa sillería isabelina de caoba. Espejos, cuadros, más instrumentos musicales, espléndidas alfombras de la Real Fábrica. A cada lado de la chimenea dos maravillosos jarrones de la dinastía Ming.














A continuación del salón de baile se encuentra este otro antesalón, utilizado para las tertulias y las reuniones sociales más informales. Está decorado con muebles de pequeño tamaño que permitían su movilidad y un precioso piano piramidal del tipo piano jirafa que habían empezado a fabricarse a principios del XVIII. Me encantaron las sillas, de caoba tapizadas en damasco azul. Pertenecieron a Juan Ramón Jiménez.













Aquí comienza la zona de la casa destinada a un uso más íntimo y privado. Sus ventanas ya no dan a la fachada principal, sino a los patios y al jardín. Los muebles son menos formales y están construidos en maderas menos nobles. En estas estancias la familia recibía a los amigos de confianza. Me gustó especialmente la salita de la derecha: las sillas de enea, la consola (no se aprecia bien en la fotografía, pero es una preciosidad), el costurero y una espléndida colección de pequeños cuadros de la escuela costumbrista madrileña, algunos con escenas inquisitoriales, típicamente goyescos.













Esta salita también pertenece al ámbito más privado y familiar, y sirve como transición al comedor. Aquí es donde se reunía la familia. Es una pieza preciosa, con la tapicería de las cortinas y de las butacas a juego y, en unas vitrinas a ambos lados de la puerta, una interesante colección de abanicos.













A principios del siglo XIX las casas no contaban con un cuarto de baño como tal, y colocaban los muebles y objetos destinados al aseo personal en cualquier pieza de la casa. En este palacio se encuentran en una especie de pasillo, muy cerca del comedor. De él, como del resto de estancias del palacio, os hablaré en una próxima entrada.

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