
El tocador, en la fotografía de la izquierda, es un mueble precioso con labores de taracea en madera clara. Sobre él, varios frascos con perfumes y esencias y un juego de tocador de opalina verde. En ellos guardaban el "aceite viejo" mezclado con yemas de huevo para embellecer la piel; aguas de lis, del Ángel y de Atenas; crema de pepinos; jabones y perfumes de rosa, bergamota, limón o violeta.


En los textos de la época es muy común el término "maqueado", del japonés "makie", una laca o barniz dorado muy apreciado en los muebles de entonces. Gozaron de gran popularidad unos muebles de papel maché, elaborados por los ingleses Jenning y Bettridge, cuyo acabado recuerda mucho los lacados orientales.
En las vitrinas se exponen algunos objetos típicamente femeninos: joyas y bibelots, porcelanas, polveras, joyeros, cajitas. A la derecha os muestro una curiosa colección de carnets de baile. En aquella época las mujeres apuntaban en estos pequeños cuadernos los bailes que les iban solicitando los caballeros. Según la calidad de estas pequeñas libretas se suponía el status social de la dama.

Y entramos en los dominios masculinos. Este es el dormitorio del cabeza de familia, mucho más sobrio que el de su mujer. La cama es estilo Carlos IV, una pieza preciosa con marquetería y aplicaciones de bronce dorado. Un sencillo tocador con los útiles de aseo, un espejo, unas butacas y la mesita de noche completan el mobiliario.
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