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sábado, 16 de abril de 2011

Aranjuez. La Real Casa del Labrador

La Real Casa del Labrador está enclavada en los Jardines del Príncipe, en Aranjuez. Aunque en su origen fue concebida como una casa rústica (de ahí su nombre), a partir de 1798 sufrió una serie de transformaciones hasta convertirse en un magnífico y lujoso palacete donde el rey disfrutaba de sus momentos de ocio. Muy cerca del Real Palacio de Aranjuez, del que ya os hablé, no posee dormitorios; se supone que los monarcas descansaban aquí después de sus jornadas de caza, sus paseos por los jardines o sus meriendas campestres y luego se retiraban a Palacio. El 11 de Febrero de 1795 el monarca disfrutaba de su primer almuerzo en este palacete, después de atravesar en barca la gran ría colindante.
Así lo describe el escritor William Beckford en diciembre del mismo año: "Gran mansión de ladrillo recién edificada en el estilo español más ordinario y vulgar, a la que con muy poca propiedad llaman Casa del Labrador. No tiene nada de rural, ni siquiera un gallinero o una pocilga, pero la cocina es cómoda y agradable y a esta casa suele ir su Católica Majestad con frecuencia a cocinar, con sus propias y reales manos y para su propia y real tripa, creadillas, tortillas de ajo y otros platos sabrosos de la cocina española." Este es el aspecto que tenía tres años después, según una pintura de Isidro González Velázquez.




















Estoy segura de que Beckford mudaría radicalmente de opinión si pudiera ver el palacio tal y como se conserva en la actualidad, después de las reformas. Es una joya, decorado con un refinamiento exquisito, para mi gusto aún más bonito que el Palacio Real vecino, bien es verdad que suelo preferir los pequeños espacios que los salones y estancias desmesurados.













El proyecto es obra del arquitecto mayor del rey, Juan de Villanueva, que comenzó su construcción en 1794. A lo largo del proceso, colaboraron tanto en su ejecución como en su decoración los artesanos y artistas más prestigiosos de la época. Arriba, a la izquierda, podéis ver la escalera principal, con peldaños de caoba y barandilla de bronce; y a la derecha la que debió ser antigua escalera, según nos informa nuestro guía "la escalera de servicio", llamada también escalera chica, decorada al temple por Zacarías Velázquez con perspectivas arquitectónicas.














En la Sala de billar me gustó especialmente un impresionante reloj de caoba, bronce y églomisé ( se trata de un procedimiento, de origen francés, mediante el cual la parte posterior de un cristal se trabaja con oro u otro metal precioso), el llamado Regulador de Manuel de Rivas, fabricado en 1804; y las colgaduras de seda, preciosas telas cuyo diseño es de clara influencia francesa. Colindante con la Sala de billar se encuentra la Galería de estatuas, con techo abovedado pintado al fresco por Zacarías González y, en el suelo, unos preciosos mosaicos representando peces, provenientes de las ruinas romanas de Mérida. En el centro de la estancia, otro impresionante reloj de columnas en bronce y mármoles, con una caja de música en la base. Las paredes de la Saleta de Robredo, que veis sobre estas líneas, a la izquierda, también están recubiertas de sedas, bordadas por Juan López de Robredo, y el techo adornado con pinturas al temple, obra de Manuel Muñoz de Ugena y Juan Duque. A la derecha, la Sala de Compañía, una espléndida estancia con pavimento de baldosas de porcelana del Buen Retiro, chimenea de mármol de Carrara, una hermosa pintura al temple representando a la diosa Cibeles firmada por Mariano Salvador Maella, preciosas banquetas francesas y, en el centro, el Planetario de Raingo Z. Ghent, una pieza excepcional de 1810.

Esta es la sala mayor del Palacio, de un tamaño inusitado para la época de Carlos IV. Como veis, a diferencia de las demás salas, cuyo pavimento se realizó en mármol recortado, este se encuentra recubierto de madera, pero es muy posible que esta solución sea relativamente reciente ya que, en su origen, era de baldosa adornada con una alfombra valorada en 60.000 reales de vellón. Toda una fortuna. El temple de la bóveda, firmado por mariano Salvador Maella, representa El poder de la Monarquía española en las cuatro partes del Mundo. Lo más llamativo de esta estancia, además de las lámparas francesas de bronce y cristal adquiridas por Fernando VII y las sedas de las paredes, es el monumental reloj con música de órgano y timbales, de maderas finas y bronces dorados, diseñado por Juan Bautista Ferroni (la colección de relojes del Palacio es impresionante), y la mesa y el sillón de malaquita que ocupan el centro de la habitación, quizá algo ostentosos, regalo de boda del príncipe ruso Demidoff a Isabel II.



















A la izquierda, tres salitas abovedadas y, a la derecha, la llamada Saleta del Cristo, así llamada por una figura de Cristo crucificado realizado en marfil que se encuentra sobre la chimenea. El arrimadero es de estuco y las consolas y sillerías corresponden a la época de Carlos IV.

El Gabinete de platino es una joya estilo imperio, única en su género en España, construido integramente en Francia a excepción de los mármoles del pavimento, decorado con lises, aperos de labranza y elementos pastoriles, realizado en España a partir de un diseño francés. Con un presupuesto inicial superior a los 500.000 reales de vellón, el arquitecto Charles Percier se encargó de elegir a los mejores artistas parisinos que realizaron la totalidad de la habitación, incluido el mobiliario. Se montó en 1804 y dos años después se completaría la decoración. Pinturas, bronces, maderas preciosas, mármoles.













La Sala Corina debe su nombre a la figura en bronce de la poetisa griega colocada sobre el reloj que se encuentra en el centro de la habitación, una pieza del siglo XIX sobre un mueble con órgano de Davrainville. Antiguamente esta estancia fue el comedor del rey. Y el retrete real, que veis a la derecha de la fotografía, un asiento tapizado en terciopelo rojo cuyo cojín se levantaba cuando era necesario. De esta estancia destaca el maravilloso temple de su bóveda, uno de los más bonitos del Palacio, firmado por Zacarías González en 1800, representando El carro del Tiempo y las alegorías de la Vigilancia, la Fortaleza, el Aire y el Descanso. Os lo muestro abajo, a la izquierda. Y a la derecha, otra preciosa pintura al temple, firmada por Manuel Pérez en el mismo año, con motivos pompeyanos, grutescos, cestos de flores, paisajes y alegorías de las estaciones. Corresponde a la bóveda de la Saleta del relieve.

1 comentario:

  1. hola, he encontrado el sitio por casualidad.acabo de estar en aranjuez y no pude ver este sitio. gracias por la informacion....por cierto...comparto tu afición por la fotografía, viajes y, si me permites, hasta por tu tierra a la que procuro escaparme todos los veranos desde hace varios años....

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