!!! Bienvenido ¡¡¡

Gracias por entrar. Antes de irte, echa un vistazo y comparte con nosotros. Nos interesa conocer todo lo que quieras compartir. ¿Has hecho algún descubrimiento deslumbrante? ¿Una película, un poema, un cuadro, un disco? ¿Una ciudad, un paisaje? Ábrenos una ventana y nos asomaremos.

sábado, 23 de julio de 2011

Rosenborg


Muy cerca del Botánico, rodeado de jardines, se encuentra el Castillo de Rosenborg, mandado construir por el rey Christian IV en el siglo XVII. De estilo renacentista holandés, en principio se proyectó como residencia de verano, aunque terminó siendo el domicilio habitual de los monarcas daneses hasta finales del siglo XIX.














Disfrutar de la belleza de muebles y estancias sería ya motivo suficiente para visitar el interior del castillo, pero si a eso sumáis mi espíritu cotilla, la enorme curiosidad que me produce conocer los objetos con los que compartieron su vida personajes que desaparecieron hace mucho tiempo, cuyo calor, fantaseo, aún conservan, emprenderéis la excitación que me produce. Es la misma sensación que tengo al recorrer las ruinas de Volubilis o Micenas, la casa de Rembrandt o la Alhambra de Granada. El impulso que me anima a colarme por una ventana entornada de una casona asturiana abandonada, y recorrer las habitaciones con el corazón en la garganta.














No es el caso, el castillo de Rosenborg es perfectamente visitable. Una de las estancias más impresionantes y mejor conservadas es el Salón de Invierno del Rey, que podéis ver en la fotografía superior izquierda. Las paredes están revestidas en madera, obra del ebanista Gregor Greuss en torno a 1620, y encastradas en ella, una importante colección de pinturas adquiridas en Amberes, entre las que se encuentran obras de Joos de Momper II, Pieter Snayers y Louis de Caullery, aunque la mayor parte son anónimas. A la derecha de esa imagen, el Salón de verano, una preciosa habitación menos impresionante que la primera, en la que la reina Louise guardaba sus recuerdos de viajes. Precioso el escritorio que veis en la fotografía.

Sobre estas líneas la Sala del Rey, cuyas paredes están revestidas con preciosos tapices firmados por Wauters y adquiridos por el rey Christian V en los Paises Bajos. A los lados de un imponente bargueño, los retratos del rey y de la reina Charlotte Amalie. Y, a la derecha, el Gabinete de laca, a los que tan aficionados eran los soberanos de toda Europa. Fue decorada entre los años 1663 y 1665 por François de Bray por encargo de Federico III, y realizada en laca con incrustaciones de turquesas y madreperlas y motivos chinescos.














La llamada Sala de Federico IV formaba parte de un salón de mayor tamaño que fue dividido en dos estancias en torno a 1700. Maravillosas las tapicerías de las paredes realizadas en Oudenaarde, Bélgica, alrededor de 1700. La mesa de centro es una pieza preciosa, muy del estilo de la época, regalo del Gran Duque de Toscana. El mármol de la mesa es una belleza, con incrustaciones de piedras preciosas, realizado en Florencia por Foggini. Los bargueños, las mesitas, los espejos, son pequeñas maravillas que se aprecian con dificultad a causa del abigarramiento de la sala. A la derecha podéis ver el Gabinete de Federico IV, utilizado como sala de audiencias de su hermana la princesa Sophie Hedevig. También aquí llaman la atención las tapicerías, en esta ocasión obra de Berendt van der Eichen, realizadas en Copenhague en 1695, representando la leyenda de Júpiter e Io.
















El mueble que veis a la derecha es un precioso torno de nogal y bronce, tapizado en seda, diseñado en 1736 por Diderich de Thurah. Su utilización fue durante mucho tiempo un pasatiempo eminentemente masculino, hasta que alrededor de 1740 fue adoptado por las mujeres y niños de la familia real, que recibían clases del tornero Lorenz Spengler. La miniatura reproduce un templete con el busto de la reina, obra del joven príncipe Guillermo de Hesse. A la izquierda, uno de los magníficos frescos que adornan las estancias del palacio, en esta ocasión representando a los músicos de la orquesta de la corte.



















Aquí tenéis los retratos en cera de los reyes Federico III, obra de Le Clerc en 1751, y de la reina Sophie Amalie, atribuído a Antoine Benoist y fechado en 1670. Era costumbre de las cortes europeas realizar estos retratos cuando morían los soberanos o los príncipes, y colocarlos en estas sillas de manos.

















Curiosísimos, como estos dos bustos de cera que representan a Frederik VI y Carl a la edad de tres años. Era este último un hijo del pueblo elegido por la reina Caroline Mathilde como compañero de juegos de su hijo el príncipe Frederik, ya que la reina, influida por Struensee, decidió adoptar para el príncipe heredero un método de educación "libre" de inspiración roussoniana. Tras la revolución de 1772, la familia real huye al exilio y el pequeño Carl vuelve al orfanato donde morirá de viruela. La familia real pagó su entierro.


















En el Gabinete de las porcelanas se guarda este maravilloso servicio para cien personas, creado entre 1790 y 1803 por la Real Fábrica de Porcelanas, que comprende cerca de dos mil piezas decoradas individualmente con motivos de la flora danesa. La precisión botánica de las reproducciones florales se debe al botánico danés G. C. Oeder. Muy problablemente fue encargada como regalo para la Emperatriz Catalina la Grande, pero murió antes de su finalización de modo que permaneció en posesión de la corona danesa, que todavía la utiliza en las grandes ocasiones. A la izquierda, el Gabinete del Cristal, que contiene más de mil objetos provenientes de Holanda, Inglaterra, Bohemia y Dresde.













Y cierro con el Salón del Trono y sus impresionantes leones de plata, encargados por Federico III en 1660, siguiendo el modelo del trono del rey Salomón descrito en el Antiguo Testamento .

4 comentarios:

  1. Ostras, sol pau, ¿no te habrán pillado las bombas por Oslo, verdad? Vaya masacre.Estamos bien.
    Muy precioso, precisosista, as usual, tu post Roseborgiano, (mezcla de rosebud y borges) sueco, pero seguro que no hay allí la Luna lunática mía,miramela, anda.
    Saludos blogueros

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias José Antonio. No llegué a Oslo, no. Pobre gente, hay lunáticos en todas partes, aunque algunos más letales que otros. Vista tu luna, te dejé un comentario. Un abrazo

    ResponderEliminar
  3. Respuestas
    1. Muchas gracias Mónica, y bienvenida a Mi casa. Espero verte a menudo por aquí. Un abrazo, y feliz año

      Eliminar