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viernes, 2 de diciembre de 2011

San Sebastián, entre Oteiza y Chillida


San Sebastián, una de las ciudades más bonitas de España. Disfruto de unos días otoñales espléndidos, de cielos revueltos y ventosos, mil luces para una ciudad que, sombría o resplandeciente, siempre me resulta hermosísima. Doy un paseo a la orilla del mar, desde la desembocadura del Urumea en la playa de Zurriola, ante los Cubos del Kursaal, hasta la playa de la Concha.













No conocía El Kursaal, la obra que Rafael Moneo concibió como "dos rocas varadas" inaugurado en 1999, y lo cierto es que mi primera impresión del conjunto me desilusionó. Visto a lo lejos, una mañana plomiza, me pareció una mole en forma de cubo sin gracia especial. Luego fui descubriendo su belleza, pero de eso os hablaré otro día. La mañana de mi paseo amaneció radiante y tumultuosa.













El trayecto bordea el Monte Urgull, donde se encuentra el Castillo de Santa Cruz de la Mota, construido por el rey Sancho el Mayor de Navarra en el siglo XII y del que hoy se conservan tres capillas; y el cementerio de los ingleses. Y llego al extremo oriental de la concha que forma la bahía de San Sebastián, donde me espera Construcción vacía, la escultura de Oteiza que os muestro más abajo. Al otro extremo de la bahía, el Peine del viento, de Chillida, del que os hablaré en otro momento. Qué lujo, quizá los dos mejores escultores vascos del siglo XX guardando la entrada marítima a la ciudad.













Esta obra forma parte del conjunto presentado por Oteiza a la Bienal de Sao Paulo en 1957 donde obtiene el Premio Extraordinario de Escultura. Algo después, en un gesto de honestidad que le honra, consideró su proceso de experimentación artística concluido y abandonó la escultura. De manera que estamos ante una de las obras culmen de su madurez.













El paseo continúa hasta el barrio de pescadores. La vista de la bahía es espléndida. Y de frente la Parte Vieja, el núcleo con más solera de la ciudad, laberinto de calles estrechas donde se encuentran algunas iglesias notables, como la de San Vicente o la de Santa María del Coro, y el espléndido Museo de San Telmo. E infinitos bares con los pinchos más exquisitos que he probado nunca. Porque la gastronomía donostiarra es punto y aparte.

2 comentarios:

  1. Precioso paseo y preciosas fotos. Por cierto, sobre el museo de San Telmo, está efectivamente el castillo de Stª Cruz de la Mota en el monte Urgul, y en su torre una bandera que no es la inglesa(que ya les gustaría)sino la ikurriña. Un día te hablaré de los maravillosos cementerios de Oteiza.

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  2. En un mismo viaje por España y Portugal, Francia e Italia, recalé en San Sebastián dos veces. Sentí un extraño deja vu quedándome en esa bella ciudad, tal vez por el parecido de su costa, sus escolleras, sus rocas y promontorios con nuestra Mar del Plata, la perla del Atlántico, donde pasé tantos veraneos de mi infancia. Saudades...

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